En la Federación Venezolana de Fútbol duermen tranquilos. Por lo menos esa es la impresión que queda cuando se repasan los debates en torno a la selección nacional de fútbol. Esa serenidad se fundamenta en las conductas de los medios de comunicación, quienes por razones todavía indescifrables, han centrado su atención en lo importante y no en lo esencial.
Aunque en principio ambos se presentan como conceptos emparentados, aquello que se define como importante posee menor entidad que lo esencial. Por ejemplo, alimentarse tres veces por día es importante, sin embargo, lo esencial es ingerir alimentos diariamente. Hay una distinción, aparentemente sutil, pero que va más allá de lo evidente y está relacionada con el espíritu del tema en cuestión, que en este caso es la alimentación.
En el caso de la selección venezolana de fútbol, las diferencias entre ambos conceptos se aprecian con mayor claridad. Con estas líneas no se pretende modificar los distintos intereses que conviven en el aficionado o el hincha. Por el contrario, la finalidad de las mismas es hacer una revisión sobre el rol que están cumpliendo aquellos que ejercen la labor de informar y debatir en las diferentes ventanas en las que se ejerce el derecho a opinar.
Comencemos por ejemplos que se engloban en lo importante:
-. La marca que viste a la selección. La actual empresa, Givova, no poseía el historial para cumplir con todos los requisitos de la FVF. Sin embargo, fue elegida debido al criterio de algunos que hoy no se pueden defender y de otros que siempre han logrado esconder la tierra bajo su alfombra. Aún así, vestir esa firma no incide en la planificación de entrenamientos o partidos preparatorios –es momento de desterrar el latiguillo de amistosos para estos duelos, dada su importancia para probar, confirmar y corregir aspectos fundamentales. Hay modelos de camisetas cuya tela otorga ciertas ventajas, pero no será la casa textil elegida la que impulsará el desarrollo del fútbol venezolano.
-. El lugar de residencia de José Pékerman. El entrenador argentino no vive en Venezuela, hecho que alarma a un importante contingente de comunicadores. Llegados a este punto hay que resaltar que Rafael Dudamel, entrenador que condujo a la selección sub-20 a la final del mundial, tampoco residía en el país. Ello no fue impedimento para que su conducción fuera destacada y exitosa. La existencia de equipos de trabajo y sus diferentes funciones, así como los avances tecnológicos, se imponen a viejos complejos que, como el viento, no por viejos dejan de existir.
-. El apoyo de la prensa. Los entrenadores más recientes de la selección mayor, José Peseiro y Pékerman, han gozado de una complicidad mediática jamás vista en tiempos recientes del equipo nacional. De esto pueden dar fe Richard Páez, César Farías, Noel Sanvicente y el propio Dudamel. Se ha instalado en el subconsciente colectivo que el periodismo debe apoyar y dejar trabajar al seleccionador de turno, obviando que la principal misión de la prensa es informar, algo que únicamente puede hacer cuando posee la seguridad de que lo que se va a comunicar es cierto. Sólo después de estar bien informado se puede debatir. Un signo inconfundible de nuestros tiempos, estos de redes sociales e histeria masiva, es que estamos más informados pero peor informados. Vivimos la clásica batalla entre lo cuantitativo y lo cualitativo.
-. Jugar con enganche y/o carrileros. El debate es estéril porque habla de posiciones y no de roles. Un buen equipo, y así lo demuestra la historia, está conformado por jugadores que saben interpretar –el fútbol no se lee porque no es un libro; se interpreta como cualquier otra conducta humana– lo que la circunstancia del partido requiere. Cuando se confina a ese ser humano que oficia de futbolista a una posición se limita su libertad, por ende, disminuye su aporte a eso que se denomina funcionamiento. El fútbol no es ajedrez, un juego en el que los movimientos de las piezas están claramente definidos por el reglamento.
A continuación, se resaltarán tres aspectos esenciales que no provocan la misma atención que los ejemplos anteriores pero que, en la opinión de quien escribe, merecen una observación más dedicada.
-. Los módulos de entrenamiento. La selección nacional sub-20 aterrizó en el torneo sudamericano tras haber realizado, según la FVF, diecinueve módulos de preparación. Cualquier entrenador sabe que no es lo mismo entrenar que jugar partidos preparatorios. Por más que las nuevas metodologías de entrenamiento intentan reproducir situaciones de partidos en toda su dimensión, es en aquellos episodios en los que se enfrenta a una oposición foránea donde el futbolista encuentra mayores oposiciones y, como causa de esto, desarrolla novedosas y creativas respuestas a esas emergencias. El atleta, tanto en los momentos previos como durante y después, vive estos lances de una forma totalmente diferente al entrenamiento. Incluso hay grandes catedráticos del fútbol que aseguran que el futbolista se entrena jugando. La selección nacional apenas tuvo duelos preparatorios, algo que seguramente ha incidido en la aclimatación a las responsabilidades que conlleva competir. Sin partidos preparatorios es complicado desarrollar una idea de juego.
-. La transmisión de conocimientos. Una vez contratado Pékerman, la prensa asumió como una realidad irrefutable que su equipo de trabajo era el ideal. Discutir la hoja de vida del seleccionador argentino es tan inútil como querer levantar muros con agua. Sin embargo, sus elecciones para las categorías juveniles se asemejan más a una apuesta que a piedras fundacionales. Discutir a Fabricio Coloccini tras la derrota en el debut ante Bolivia es un acto que responde a la frustración más que a un análisis. De Coloccini no se conoce mucho más que su carrera como futbolista. Esto ha llevado a la promoción propagandística de que sus valores como jugador los traspasará a la dirección técnica, casi como contagiar a otros de un virus. Basta repasar la rica historia de este deporte para concluir que ser futbolista y ser entrenador son dos oficios totalmente diferentes. El actual seleccionador sub-20 está ante su primera gran prueba, un escenario en el que no solamente debe diseñar entrenamientos y seleccionar futbolistas; como cualquier otro entrenador debe demostrar que posee las herramientas necesarias para transmitir su conocimiento. Diego Maradona no las encontró, tampoco Michel Platini, ni otros tantos a quienes les costó igualar en el banquillo lo que consiguieron en el campo.
-. La evaluación que hacemos de los futbolistas. En el fútbol se desprecia la teoría de la complejidad. Quizá porque es más sencillo pensar que si un jugador rinde adecuadamente en un equipo entonces este replicará ese mismo comportamiento en otros contextos. O porque adentrarse en ese pensamiento complejo significa desafiar todo aquello que creíamos cierto. Un ser humano, bien sea futbolista, ingeniero, taxista o enfermero, es todo aquello que lo conforma como un ser individual, pero también el entorno y las relaciones que definen su día a día. En una actividad social como el fútbol, ese relacionarse cobra una mayor importancia. Esos vínculos no son solamente emocionales sino que atañen a todas las estructuras del humano. Carlos Lago Peñas, citando a Paco Seirul.lo, las explica brevemente de la siguiente manera: “estructura biológica (relacionada con la vías energéticas), estructura cognitiva (responsable del proceso de percepción-acción), estructura coordinativa (relacionada con la movilidad, lateralidad y disociaciones), estructura condicional (tiene relación con las capacidades motrices), estructura expresivo-creativa (asociada con la capacidad expresiva y las relaciones interpersonales que aparecen en la competición), estructura socioafectiva (tiene que ver con la relación e identificación con los compañeros y el rol que ocupa cada uno), estructura emotiva-volitiva (está relacionada con los sentimientos propios y los estados de ánimo) y la estructura mental (cómo se relacionan entre sí todas las estructuras).” Su exposición puede ser revisado presionando el texto. El jugador es un todo que vive en un estado sostenido de cambios y pensando en lo referente a la selección venezolana de fútbol, si se quiere analizar la idoneidad del futbolista en determinados episodios, debe partirse de una se las enseñanzas del sociólogo y filósofo francés Edgar Morín: “La complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico”. No se puede mantener el engaño de que tal o cual futbolista brillará en la selección únicamente porque así lo hace en su equipo. La forma adecuada para llevar acabo ese análisis es por medio del juego, de la convivencia, de la resolución de emergencias futbolísticas que nacen de la interacción con los compañeros y los oponentes.
Estos ejemplos ayudan a comprender la diferencia entre lo importante y lo esencial. Cada cuestión merece atención, aún así queda claro que hay temas de mayor profundidad que otros y cuya vigilancia es de mayor relevancia.
El fútbol venezolano requiere de una discusión periodística y académica que se aleje del rol propagandístico en que se ha sumergido el periodismo, hoy más ocupado en vender ilusiones o en proponerse como comandante del ejército del sí se puede. El periodista está en la obligación de abandonar esa postura, analizar y pedir explicaciones sobre los tan cacareados proyectos, sin importar cuántos clicks generen sus contenidos. Si en realidad sienten por esta actividad lo que tanto presumen, deben aceptar que tienen una obligación con el público y no con su ego o las carencias emocionales propias.
“La comunicación no conlleva comprensión. La información, si es bien transmitida y comprendida, conlleva inteligibilidad, primera condición necesaria para la comprensión, pero no suficiente.” Edgar Morín