-. La vida del entrenador de fútbol es muy dura. Cada uno de ellos tiene el objetivo de conducir a su equipo hacia la mejor versión posible, una tarea harto complicada si se parte del concepto de que quienes juegan son seres humanos y esto encierra innumerables obstáculos. El hombre-futbolista es un ser que intenta navegar en la incertidumbre y la no linealidad de la vida; todo aquello que hoy le resultó beneficioso lo puede condenar en el siguiente episodio competitivo. ¿Qué es lo que mejor nos describe como especie? El sometimiento al entorno. No existe un manual de instrucciones, aunque los mercachifles de la autoayuda vendan lo contrario, que nos guíe en la búsqueda de aquello que tanto ansiamos. Es allí cuando cobra importancia la figura del maestro. Cualquiera puede enseñar a multiplicar o a parar una pelota con el pecho, pero únicamente aquellos que comprenden que la enseñanza va más allá de la retención de determinadas instrucciones pueden considerarse maestros. No es cosa sencilla porque a la transmisión del conocimiento hay que acompañarla con pasión y paciencia; el viaje del aprendizaje requiere de una enorme capacidad de seducción. En su rol como columnista invitado en el portal The Athletic, Ryan Babel posó su atención en Cody Gakpo y escribió lo siguiente: “Es bueno para él que el entrenador de la selección sea Louis van Gaal. Nunca llegué a trabajar con él, pero en Holanda describen a Van Gaal como un verdadero maestro de escuela de un entrenador: te dirá si te equivocas, pero también te da flores si lo hiciste bien. Muchos buenos entrenadores, especialmente en el nivel más alto de fútbol, no tienen tiempo para enseñar cosas nuevas a los jugadores y cómo pueden mejorar, se centran más en las tácticas del equipo y el resultado del partido. Van Gaal es diferente, quiere asegurarse de que los jugadores mejoren y desarrollen sus fortalezas y debilidades. Por eso es un entrenador especial.” Cuando finalice la participación de Países Bajos en el mundial, Van Gaal se marchará hacia el que probablemente sea su retiro final. Lo hará con triunfos y derrotas en su mochila, aunque también con la tranquilidad de haber sido un gran maestro. Gracias, don Louis, siempre positivo…
-. No hay mayor prueba de la hipocresía en el fútbol que la banal discusión alrededor de la implementación del fuera de juego automático. No se olvide que la masa aplaudió desaforada la llegada del VAR o Árbitro Asistente de Video. Celebraron en nombre de la justicia, sin reparar en que, lamentablemente, la ecuanimidad no es algo que defina el paso del hombre por este mundo. La búsqueda de la justicia es una obligación y con toda seguridad sea el rasgo más característico de aquellos seres que admiramos por su nobleza. Sin embargo, la vida nos enseña a convivir con abusos, atropellos y el error humano, y con el paso del tiempo aprendemos a levantarnos, a rebelarnos y a no rendirnos ante la fuerza de éstos. Estos falsos defensores de la bondad se sumaron a la causa tecnológica porque el poder se los exigió, no porque creyeran en un mundo equitativo y honrado. Aí lo demuestra a evidencia: bastó un puñado de partidos para exigir otro avance más, en la forma de las conversaciones que se producen en la sala VOR, porque, como cada ladrón juzga por su condición, tampoco creen en la honestidad los árbitros encargados de manipular la tecnología. Llegados a este punto, ese rebaño de influenciadores ha caído en la adicción tecnológica, la misma con la que comercian las grandes marcas, y que tanto afecta la sociabilidad de los niños. Con el fuera de juego automatizado estallaron sus conectores y se les han caído la máscara: nunca persiguieron esa hermosa utopía que es la justicia; lo que en realidad desean es una herramienta que les permita tener la razón. El último avance tecnológico adoptado por FIFA es, junto a la tecnología del gol, la más precisa porque actúa según la ley del juego. Su aplicación destierra el margen de error que la interpretación de un referí. Aún así, estos opinadores sin oficio se siguen quejando, porque, cómo dice un amigo argentino, “no hay palo que les venga bien”.
“La utopía está en el horizonte. Yo sé muy bien que nunca la alcanzaré. Si yo camino diez pasos, ella se alejará diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Fernando Birri, cineasta argentino