¿Se puede ganar aún cayendo en el marcador? Rotundamente sí. Alemania y su Deutscher Fußball-Bund (Federación Alemana de Fútbol) mostraron el camino a seguir: cuándo más imbatible se siente el poder es cuándo más débil es. El aprendiz a truhán que conduce a la FIFA, el siempre mal asesorado Gianni Infantino, demostró su infinita estulticia al prohibir el brazalete arcoíris, ese que no promueve invasiones, guerras, dictaduras o represión, todas actividades de las que la dirigencia del fútbol sí se ha beneficiado desde tiempos inmemorables. Bastó con taparse la boca antes del inicio del partido ante Japón para que el mundo entero recordara qué clase de personajes rigen al organismo. No se olvide que esa institución tiene su sede en Suiza gracias a una serie de beneficios legales y fiscales que hicieron posible toda la corrupción en el fútbol. La castigada y la que barrieron bajo la alfombra. Recordemos también que quienes fueron a juicio no estaban acusados ni perseguidos por la organización del fútbol. Y tampoco dejemos de lado que aquellos no fueron los únicos tramposos sino los tontos útiles cuyo encarcelamiento ayudaba en el control de daños. Alemania se tapó la boca para recordarnos que un mundial es la fiesta de los futbolistas y los hinchas, no el guateque de unos granujas que solamente tocan una pelota para promocionarse a ellos mismos. Si algo positivo dejan los bandazos del limitado heredero de Havelange y Blatter es que cualquier intención a recibir un Premio Nobel de la Paz ha quedado sepultada.
España es pasión por el fútbol. También muchas otras cosas más. No obstante, esa efusividad fue el caldo de cultivo perfecto para que una banda de oportunistas creara la industria de hablar del fútbol y no de fútbol, como bien dice mi amigo Kike Marín. De esa manera, el público está informado de cada uno de los defectos de Luis Enrique así como del rechazo que genera en los mal llamados expertos mediáticos. Lastimosamente no del origen de sus decisiones futbolísticas. Opinar de fútbol requiere el pequeño ejercicio de aceptarse ignorante, de que no sabemos ni sabremos todo. Para hablar de fútbol hay que callar, observar, pensar y volver a dudar. Esta fórmula no es atractiva a los ojos de los envalentonados correveidile del poder, quienes recientemente se han visto amenazados por la aparición de las nuevas plataformas comunicacionales. Que el seleccionador se valga de esas herramientas también les molesta. Prueba de ello es que muchos que, como las vacas de Lezama a las que hizo referencia Javier Clemente, llevan décadas alrededor de este deporte y aún no saben explicar qué es un falso nueve, materia en la que sí se sumergió Luis Enrique hace unos días. Aún así, la posibilidad de acusarlo por la baja de José Luis Gayá fue más fascinante. Mentiras, sensaciones y fake news, ese es el mundo de los chantas. Le acusaron de anti madridista, de enchufar a su yerno… Pocos se dedicaron a hablar del juego y de lo que pretendía el seleccionador. Ante Costa Rica dieron otra clase de desprecio por el fútbol cuando la única justificación que encontraron para la titularidad de Rodri como defensor central fue su altura. No su juego, ni su capacidad de asociarse con sus compañeros, ni la conexión con Busquets para construir una salida limpia ante un rival sin mayores pretensiones atacantes, o mucho menos que en el Manchester City también ha cumplido con ese rol. Ah, es que al City tampoco se le ve, por razones obvias, o mejor dicho, por el odio de toda la vida. Tenemos un gran problema sin solución aparente: antes, el bar se nutría de lo que leía o escuchaba; hoy, por el contrario, el bar manda. Esto se fue al carajo en el momento en que se le dio mayor relevancia al ser seguido que a ser respetado. Tiempos en los que los patos disparan a la escopeta.
¿Qué es el gol? Es una consecuencia de una serie de acciones. Está la agilidad del rematador, la carambola, la eficacia y la suerte, pero sobre todas las cosas, está el juego. En el baloncesto está más que aceptada esta fórmula, no obstante, en el fútbol seguimos empeñados en asociar la anotación de un gol a la última secuencia de la película. Y esta es la razón por la que se vende que el gol es cosa de un futbolista. Sería estúpido renegar de las condiciones de los atacantes y otros futbolistas cuya relación con el gol es especial, pero también lo sería desconocer que el fútbol es un juego colectivo, una sucesión de hechos complejos, Paco Seirul.lo dixit, interconectados que terminan en la anotación de un tanto. El triunfo de España ante Costa Rica demostró que mientras mejor se juegue más cerca se está de vencer al oponente. Y jugar bien, como se dijo en alguna de estas cartas, responde a la correcta interpretación de cada circunstancia del juego, no a las estadísticas que tanto manosean los comerciantes de pescado podrido.
“Uno se hace mayor cuando las cosas que no sabe son más que las que sabe, y que a veces la felicidad, o la supervivencia, consiste en un pacto tácito acerca de la conveniencia de la mentira, entendiendo mentira como la verdad que no interesa a nadie porque seríamos peores con ella”. Manuel Jabois. Miss Marte