Naufragio catarí: Día 1

 

-. El fútbol es un juego maravilloso, con tintes inclusivos y hasta democráticos. Lo es en su desarrollo y también para todo aquello que le rodea. No en vano, todos tenemos una opinión. Ya lo dijo Juan Manuel Lillo: “No todas las opiniones son respetables, lo que es respetable es el derecho a opinar”. Hoy, por ejemplo, el debate alrededor de la selección argentina gira en torno a quién será el reemplazante de Giovani Lo Celso. Se obvia que la táctica no es los esquemas de disposición geográfica inicial sino los futbolistas y toda esa red de relaciones que construyen cuando juegan. El fútbol nos recuerda en cada episodio que, al ser un juego protagonizado por seres humanos, ningún futbolista tiene un “sustituto” como tal, por lo que replicar las conductas de un compañero es, para ser generoso, una utopía. Los sistemas se idean y se construyen en base a los jugadores. El sistema no es más que una referencia a la que se acude y que, en teoría, está para sacar lo mejor de cada uno de sus integrantes en función del equipo, del todo. Lionel Scaloni dijo en su momento que, a pesar de su intención de jugar de una manera, fueron las características de sus futbolistas lo que le hicieron comprender que lo mejor era dejarlos ser, es decir, aprovecharlos. A veces la mejor manera de intervenir es no interviniendo. Tal como sugiere la paradoja de las judías secas. No olvidemos tampoco el ejemplo del automóvil: una serie de elementos interconectados en los que la introducción de una parte novedosa o diferente cambia el rendimiento de esa máquina. Eso es un equipo de fútbol, con el agregado de que lo protagonizan seres humanos que hacen de futbolistas.

-. En tiempos en los que la ocupación de los espacios domina las conversaciones, bien valdría recordar que lo único que ordena a un equipo de fútbol es la pelota. Cuando un equipo dispone de ella inicia ese proceso de reorganización colectiva que siempre hace menciona el maestro Francisco “Paco” Seirul.lo. La búsqueda y la ocupación de espacios se hace en función de dónde y cómo se ejerce esa disposición del balón. Esto no va de dar una cantidad determinada de pases sino de tocar la cantidad de ocasiones que la circunstancia de juego requiere. Tampoco de jugar más o menos directo. Jugar al fútbol requiere tomar decisiones cuando se dispone de la pelota y cuando se quiere recuperar la misma. Sin embargo, por más sencilla que parezca la teoría ésto es harto complicado; juegan seres humanos que son más que un compendio de instrucciones. Las emociones son parte fundamental de nuestro ser y convivir con ellas es tan complicado como ldar un pase gol. Esa marea afectiva, que cada equipo y cada futbolista vive a su manera, constituye una limitante incalculable que nadie sabe hacia dónde conduce. Puede elevar al jugador tanto como hacerlo rehén de dudas que creía derrotadas. Catar, ante su gente y sin nada que perder, fue en el partido inaugural un claro ejemplo de cómo son de traicioneros esos sentimientos. Y aquí retorno a la pelota. Cuando se dice que hay ocasiones en que ésta quema es precisamente por eso, porque en la circunstancia en la que parece fácil aplicar principios básicos como el pase al compañero desmarcado, aparecen esos fantasmas que nos llevan a vacilar por medio segundo y regalar el balón a un oponente. Ya lo dijo Johan Cruyff en su momento: “Jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es la cosa más difícil que hay.

-. El torneo que nunca debió ser da para todo. El fútbol pertenece al ámbito del entretenimiento, y como consecuencia, de los grandes negocios. Para que el fútbol penetrara ese ecosistema necesitaba seguir los pasos de otras ramas, una de ellas el periodismo de la banalidad. Así comenzó el camino que hoy recorren los grandes altavoces, quienes para hacer potable su producto promueven cualquier debate, sin importar cuán inverosímil sea, antes que dedicar tiempo al análisis del juego que les da de comer. Así, por ejemplo, el periodismo líder en audiencia acusa a Luis Enrique, seleccionador español, de “dejar tirado” a José Luis Gayá, lesionado en un entrenamiento. No hay pruebas para tamaña acusación, sin embargo, en el mundo de lo efímero y del periodismo de sensaciones todo vale a cambio de un puñado de clicks y seguidores. Ese es el periodismo que se asusta con la aparición de las nuevas plataformas y tienen razón: los viejos reyes nunca habían estado tan ligeros de ropa como ahora. Ahora bien, y que esto no se olvide, el sistema somos nosotros y lo alimentamos nosotros. Cuando el agua nos llegue al cuello no busquemos un culpable distinto al que vemos en el espejo.

La mente humana, Bernard, no es un punto de referencia dorado que brilla en una colina verde y distante. No, es una corrupción asquerosa y pestilente”. Westworld