Telegrama 4: Bartomeu y la puerta del cementerio

Son días fríos en Madrid. El cielo anuncia una tormenta que no termina de llegar. La confusión es conmovedora; salir de casa, algo que ya de por sí invita a una cuidadosa revisión de la nueva legalidad y de sus causas, agrega un nuevo escenario: el clima.

Me traslado imaginariamente a Barcelona. Allá no hay alerta de lluvia. Sin embargo, algunos deben producirse algo más para salir de casa. No basta con la mascarilla sanitaria porque esta apenas cubre la boca y la nariz, y hay quienes requieren una dedicación mayor. Aunque nos empeñemos en destacar la desvergüenza de estos personajes, sepa el lector que éstos se saben despreciados y repudiados, razón por la que trapearse con antifaces o disfraces no supone un gran esfuerzo.

En estos tiempos no es difícil conseguirlos. Halloween, fiesta pagana anglosajona, es sinónimo, al mismo tiempo, de globalización y estupidez. Su celebración ha sido adoptada por el mundo sin tan siquiera revisar su origen o significado. La pérdida de rituales es una característica diferencial de este mundo global e idiotizado.

El cementerio

Señoras y señores que aplaudían y justificaban el neonuñismo –o rosell-bartomeuismo si se prefiere- hoy reconocen que la marea sube. Las firmas recogidas para propiciar una moción de censura ya no son una agüita inofensiva que cae del cielo sino que anuncian tormenta y vientos huracanados. Hay miedo, mucho, porque hasta el más distraído sabe que la madre naturaleza siempre despierta y lo hace con el ánimo de recuperar aquello que le pertenece.

Aparte de los nuevos disfraces, los señores y las señoras del oportunismo y el parasitismo buscan nuevos perfumes. Marcelo Bielsa dijo hace tiempo que el ser humano se aleja del que pierde porque la derrota produce olores desagradables. Por ello, los ilustres tributarios del poder están nerviosos: se saben malolientes. Piensan en su supervivencia y para ello se han inventado un nuevo ogro: un poder súper poderoso que está detrás de un acto democrático e independiente: la recogida de firmas de socios que se oponen a la actual depredación del club que aman.

Es un show tan lamentable como lógico. La originalidad no ha sido nunca su característica definitoria y la tempestad no alienta al uso de aquello que nunca existió; los dependientes del poder ya tienen suficiente con la elección de nuevas caretas, capas y agua colonia.

El cielo de Madrid parece rebelarse. Termino este telegrama y por un par de segundos el sol rompe la muralla de nubes que impide su libre tránsito pero rápidamente la naturaleza pone todo en su sitio: la tormenta sigue siendo probable. Pienso en estos señores y en estas señoras, expertos todos en el arte del acomodo, y recuerdo la vieja frase atribuida al peronismo argentino: “Yo te puedo acompañar hasta el cementerio, pero en la tumba no me meto”.

El poder engloba todo, incluso la soledad que llega con la pestilencia de una derrota posible y probable…