Los seres humanos tenemos una extraña relación con el tiempo. Hay quienes opinan que el pasado nos condena mientras que otros, los más optimistas, sienten que nuestra vida es la constante búsqueda de un futuro. No seré yo quien defina esa conexión, sin embargo, tras leer diferentes corrientes de pensamiento, cada día me convenzo más de que el pasado corre hacia el futuro y éste hacia el pasado, como dos trenes dispuestos a chocar. De esa colisión nace aquello que tenemos como el tiempo presente.
Marcelo Bielsa ha dedicado buena parte de su vida al fútbol. Es un juego que le emociona y le motiva. Aquellos que hayan seguido con atención su carrera encontrarán que sus reflexiones, más allá del acierto o no de las mismas, invitan a pensar en fútbol. Ese, en mi opinión, es su mayor logro.
A Bielsa le han interesado, desde tempranas etapas de su recorrido, todas las facetas del juego. Una de ellas, los saques de meta, no podía quedar fuera de su observación. Es una acción de la que poco se habla y que la gran mayoría tiene asumida como un hecho automatizado: el portero debe sacar en largo. Sin embargo, como algunas herramientas lo demuestran, desde el saque de meta se sustenta parte de la construcción del juego.
Le pido al lector que, antes de continuar, observe el siguiente video, correspondiente al primer gol del partido entre el Stoke City y el Leeds de Bielsa, por la quinta jornada de la EFL Championship:
Aunque el pase de Pablo Hernández a Stuart Dallas es de por sí una preciosidad, sugiero que veamos el bosque y no nos quedemos con el árbol: todo nace de un saque de meta del arquero, que lanza en largo, como la gran mayoría, creyendo que esa conducta le releva de otras responsabilidades futbolísticas.
Marcelo Scoponi, antiguo arquero de Newell’s Old Boys, contó una anécdota fabulosa que luego reprodujo Federico Lareo en su blog Frases Bielsistas y que, en honor al periodista argentino, reproduzco en su totalidad.
“En un partido él (Scoponi) tiraba, en todos los saques de meta, la pelota directamente a la tribuna a la altura de media cancha, provocando el abucheo general del público. Bielsa le había dado la orden, explícitamente, de tirarlos todos afuera, pues decía que del saque lateral del rival recuperaría la pelota más rápido”.
Aquella acción, que muchos podrían emparentar con la picardía, fue el resultado de esas consideraciones tan propias de Bielsa. Es indiscutible que la ejecución de un saque de banda deja con un hombre menos a quien lo realiza, lo que de una u otra manera limita su avance hacia campo contrario. Sin embargo, el mundo del fútbol, entregado a lo que Byung-Chul Han ha denominado como “el infierno de lo igual”, desecha constantemente a quienes lo piensan, porque pensar es el acto más contestatario de todos y el fútbol, hoy negocio más que juego, requiere de operadores pusilánimes y conformistas antes que guerrilleros de la evolución.
Quisiera volver a aquello que narraba en el inicio de esta exposición y que se centra en nuestra relación con el tiempo. A Bielsa, como a cada uno de nosotros, le persigue su pasado y su futuro. Corren hacia él hasta enfrentarse. Combaten hasta la muerte y allí nace el presente. La honestidad intelectual del entrenador del Leeds permite que tras ese choque no se divisen grandes contradicciones sino la continuidad y la validez de sus procesos reflexivos. Y es esto lo que confirma la magnitud del estudio de nuestro pasado: si el futuro es incertidumbre pura y dura, el ayer, ese tiempo que recuerda lo que alguna vez fuimos, ofrecerá pistas sobre si realmente somos o simplemente estuvimos.
“La verdadera identidad de las personas son los recuerdos”.