Basta de especular con el futuro

El futuro no es ni de cerca lo que deseamos. Si usted así lo prefiere, imagine que ese tiempo por venir tiene personalidad propia, y a ella la acompañan los caprichos y las reacciones sin justificación aparente.

 
¿Por qué hablo del futuro? Porque no lo conocemos, mucho menos podemos planificarlo. Hay mucho que hacemos con la intención de reducir el margen del error, que es lo mismo que intentar limitar la influencia del azar. Nada más que eso. Eso mismo hacen los entrenadores. Pero el periodismo no juega; es hora de que asuma su lugar.

 

A Venezuela, o mejor dicho, a su selección de fútbol, muchos le auguran un futuro promisorio. Apoyados en episodios competitivos recientes, así como en el segundo puesto obtenido en el Mundial sub-20, muchos, casi todos, hacen futurología, olvidando que nada nunca será lo que esperamos. Puede que el porvenir sea mejor o peor, pero será distinto. Ese es el espíritu de este juego, y el de la vida misma.

 
La labor del analista no es contagiar al respetable ni mostrar sus necesidades -llamémoslas miserias para que se entienda mejor. El análisis, en el fútbol, es el repaso de lo sucedido con la intención de tener una idea de cómo puede ser el futuro. Nunca, al menos en un deporte colectivo y cooperativista como el fútbol, esa revisión tendrá el peso de una fórmula científica. ¡Juegan seres humanos!

 
Seres humanos. El concepto parece tan básico, y sin embargo lo despreciamos como si no tuviese valor. Seres humanos que cambian, que evolucionan, que relacionan con muchos, que de esas interrelaciones nacerán miles de dudas y de respuestas; seres vivos que sufrirán los altibajos típicos en su vida personal y profesional. En fin, que lo que hoy vemos como una verdad absoluta e invariable mañana puede ser una habitante más en el trasto de las promesas perdidas.

 
La manera de competir de la Vinotinto, sobre todo en los últimos partidos, alimenta la ilusión. Podría decirse que es un punto de partida. Pero nada más. Esto no es una crítica ni nada que se le parezca, es solamente un aviso para navegantes, el recordatorio de que las aguas calmadas siempre pueden variar su carácter.

 
Al anterior seleccionador se le cuestionó que pidiera públicamente mayor ambición a sus futbolistas. Ojalá que todos los futbolistas venezolanos alguna vez comprendan la intención que encerraba aquel mensaje: un recordatorio de que nunca se es lo suficientemente bueno.

 

En aquella ocasión los alcahuetes le hicieron creer a los deportistas que ese discurso era una lanza contra ellos. Hoy, que los vividores son más vividores y menos contra, vale la pena recordar esa sugerencia.

 
Insisto: nada será lo que creemos. Será lo que deba ser. No es que el destino esté escrito , sino que se construye con el paso de los años, meses, semanas, días, horas y segundos.
Fotografía encontrada en internet. Cortesía a quien corresponda