Richard Páez: el nombre del cambio (II Parte)

Su llegada a la selección significó un vuelco en la historia de la selección venezolana. De la mano de un juego irreverente, como a él le gusta señalar, aparecieron los resultados y la etiqueta de cenicienta del fútbol sudamericano quedó en el olvido. Se empeñó en que su selección jugara a lo que el futbolista venezolano siempre ha sido capaz, y por ello enamoró al público, que con cada partido sentía que se podía competir con cada rival que se enfrentase.

Su salida fue a finales de 2007. Siete años y dos experiencias en el extranjero después (Alianza Lima en Perú y Millonarios en Colombia), su nombre volvió a ser considerado para dirigir a la Vinotinto. En diciembre se daba como un hecho su vuelta, pero algunos roces con la Federación Venezolana de Fútbol han hecho que ya no sea candidato. De hecho, hay quien asegura que su futuro inmediato está nuevamente en Colombia.

Es Richard Páez (Mérida, 1953), el hombre que cambió la historia de la Vinotinto y que hoy, con menos cabello y más canas, sigue con la misma voluntad de entrenar, enseñar y charlar.

Pregunta.-  Ya en dos ocasiones de la charla usted ha mencionado la palabra cambio, haciendo referencia al camino recorrido y a las enseñanzas que han dejado las experiencias anteriores. Usted señala a la etapa en la que condujo a Estudiantes de Mérida a cuartos de final de la Copa Libertadores (NR: 1999, vencen a Cerro porteño en Mérida por 3-0 y luego caen derrotados en Paraguay por 4-0, quedando eliminados), pero el Richard Páez que empieza a ser conocido por el mundo del fútbol es aquel que conduce a la selección hasta lugares que eran impensados. ¿Comprende e identifica esas variantes que ha sumado desde aquella etapa hasta el día de hoy?

Respuesta.- Claro que hay evolución, hay crecimiento. Creo que hay más sabiduría, un término que hay que saber entender, porque viene del verbo saber. No se trata de entender sino de saber, y cuando uno tiene esa cercanía al conocimiento entonces puede compartirlo con su entorno, con lo que nos rodea. Y esa es la idea. Nosotros estamos intentando atraer a nuestro cuerpo técnico gente que tenga esa necesidad de crecimiento, de no creerse dueños de la verdad, sino que todavía estamos en búsqueda de una verdad. Nosotros hemos crecido, antes éramos más egoístas en la forma de pensar el fútbol, o egocéntricos, teníamos una tarea casi de cuidar un tesoro, que la gente no lo conociera mucho para así poder sorprender al rival. Pero hoy, cuando nos catalogan como defensores de un estilo previsible, confieso que eso me llena, porque siento que estamos logrando nuestra meta, estamos consiguiendo una identidad. Le mostramos al mundo lo que queremos y ellos lo identifican en la cancha: ese juego, ese estilo de cuidar la posesión del balón, con juego asociado, con muchas rotaciones. Yo digo que el sistema defensivo tiene que ser automatizado, convertido en costumbre, en hábito, pero nuestro ataque debe nacer del caos. Nosotros intentamos generar caos. Lo hablo siempre con mis jugadores y el cuerpo técnico: tenemos que buscar maneras de organizar el caos para así transformarlo en caos para el rival y no para nosotros. Eso sí, cuando perdemos el balón debe existir una reacción inmediata para conseguir de nuevo la regularidad, el orden y los hábitos.

P.- Hay quienes asumen que esa previsibilidad no es una virtud, sino que ayuda a contrarrestar justamente las virtudes de un equipo. Personalmente creo que más allá del trabajo de la semana, el futbolista es quien al fin y al cabo toma las decisiones y es imposible saber cómo va a reaccionar y cuándo lo hará. Creo que no hay mayor ejemplo de ello que Garrincha. Todos sabían qué iba a hacer el desaparecido jugador brasileño, pero muy pocos pudieron detenerlo. Más recientemente podemos encontrar al Barcelona de Guardiola. ¿Por qué hay quien cree que el apego a una filosofía de juego es previsibilidad, y por ende, algo negativo?

R.- El problema es que el hábito se vuelve costumbre. Cuando tu vas a DisneyWorld o visitas un museo por primera vez, te llenas los ojos, te enamoras, te sorprendes. Pero cuando esa visita se hace una costumbre o convives en ese espacio diariamente, ya toda esa maravilla deja de ser una novedad y es parte de tu entorno, pierde la magia. La mayoría de los seres humanos piensa y actúa de esa manera, es decir, se adapta y se integra en una especie de statu quo, acomodándose a ese entorno, pero hay otros que sí observan otras cosas. Por eso es que hay quienes parecen adelantados a su tiempo. Hoy vemos al Bayern de Múnich que conecta parte de la intención del Barça de Guardiola, pero con otros movimientos y otras variantes que nos llevan a afirmar que este no es el mismo Guardiola ni es el mismo Bayern, ¡y apenas han pasado seis meses! Por ello es que estoy totalmente seguro de que la innovación siempre va a estar ahí, pero dependiendo de los futbolistas, porque siempre estaremos subordinados a las características de esos jugadores. Cada futbolista es un mundo distinto a los otros futbolistas, por eso es que reafirmo esa dependencia que tenemos con los futbolistas y de ellos nace esa imprevisibilidad que algunos aún no comprenden.

P.- Aquella selección que usted dirigió contaba con dos volantes centrales de características distintas: Leopoldo Jiménez, más de marca y quite, y Luis Vera, casi como una especie de organizador. En cambio, su equipo actual –Mineros de Guayana– cuenta con dos volantes más cercanos al juego que a la destrucción, es decir, se acercan más al perfil de Vera que al de Jiménez. En esa elección ya se puede notar algo de esa evolución que venimos conversando además de aquello de que el sistema son los futbolistas. A pesar de ello, son muchos los entrenadores que hablan de esquemas o numeraciones antes de observar a sus dirigidos. ¿Está muy marcado en nuestro ADN aquello de que se juega a lo que el entrenador quiere y no a lo que los futbolistas pueden?

R.- Los líderes, en la mayoría de los casos, han intentado siempre que el manejo grupal sea en un esquema piramidal, es decir, desde arriba hacia las masas, teniendo a su liderazgo como punto de inicio. Esos son los líderes regulares, ordinarios, que no trascienden. Solamente lo logran aquellos que van entendiendo que el liderazgo es puro feedback. Los líderes deben estar siempre en la operatividad y son ellos quienes deben tener una libertad de autonomía porque son los que evolucionan. Por ejemplo: estoy seguro de que hay muchas indicaciones que dan los entrenadores que simplemente son jugadas o reacciones que le han visto a un jugador rebelde o inculto tácticamente hablando. Ese futbolista hace un movimiento que no estaba predeterminado o diseñado y termina dando resultado. El técnico debe darse cuenta de esa creatividad que emana de su jugador y promover espacios para que ello se mantenga, a pesar del riesgo que puede significar.

Cuando hemos colocado dos volantes ocho que tienen como premisa tener el balón, lo hemos hecho porque nos gusta y me gusta más eso a que simplemente recuperen la pelota. Juntar a un volante netamente recuperador con uno de más juego era algo que uno pensaba en otros contextos, pero hoy en Mineros tuvimos la posibilidad de juntar a estos dos ocho porque ello nos iba a transportar a otro nivel futbolístico, ya que como equipo empezamos a asumir otros riesgos y a mí me encantan los futbolistas que arriesgan, claro, con la idea de saber como defenderse ante lo que podemos llamar el riesgo negativo. Entonces, como hemos ido logrando ese tipo de juego con dos volantes mixtos haciendo de volantes centrales, es obligatorio aportar otros detalles porque de lo contrario nos quedamos con el riesgo de que en cualquier momento – cosa que ya nos ha sucedido – perdemos el balón y si uno de esos volantes no queda bien ubicado entonces el rival nos llega muy rápidamente a la línea defensiva. Por ello hacemos hincapié en que cuando llevamos volumen, la primera tarea que tenemos cuando perdemos la pelota es que la recuperación sea inmediata, ya que no podemos permitir que el rival tenga libre tránsito o rápidas transiciones defensa-ataque porque nos pueden hacer mucho daño. Ahí se va condicionando una mezcla, una sumatoria que se traduce en ese proyecto de juego que queremos: una línea defensiva que presione el bloque y una línea ofensiva que comprima para que de esa manera consigamos una oportunidad notable para poder recuperar el balón cerca del lugar en el que se produjo la pérdida.

P.- Eso que usted explica podría ser descrito como contracultural en el fútbol venezolano, porque la costumbre indica que todos o casi todos los equipos defienden corriendo hacia atrás, en dirección hacia su propia área. De hecho, en este momento solo puedo señalar al Zamora y a su Mineros como los únicos conjuntos que intentan presionar de manera inmediata al rival una vez se produce la pérdida de la pelota. Más allá de la buena intención, esa propuesta debe ser muy difícil de implementar, ya que el futbolista venezolano, desde sus inicios, se le enseña a defender muy cerca de su propia área, y para que se entienda mejor, la más reciente expresión de la selección nacional tenía ese comportamiento. ¿Cuesta mucho venderle al futbolista la idea de defender atacando?

R.- ¡Por supuesto! Y cuando está más avanzado el proceso de competitividad de esos jugadores, más difícil es aún inculcar la idea, a pesar de que ellos, los llamados veteranos, son los que entienden con mayor claridad que ese modelo es una posibilidad real para que su edad futbolística dure más. Aquellos que logran entender ese concepto se dan cuenta de que corren menos, se sacrifican menos. Entienden que hay un desgaste por la intensidad que es corto, explosivo y efectivo y que les genera mejores efectos en la parte física que aquel jugador que debe realizar un mayor recorrido para defender o recuperar cerca de su área. Son detalles que el futbolista va entendiendo pero no es fácil; todavía el jugador, y mucho más los volantes ofensivos, que están mal educados y siente que solo juegan con la pelota, pero ese es el gran reto, motivar a ese futbolista para que se integre a esta idea. Afortunadamente contamos en Mineros de Guayana con jugadores que han entendido claramente el mensaje y que lo han llevado a cabo de manera sorprendente, por el poco tiempo en que llevamos acá y, sobre todo, que han creído en esta forma de jugar porque les ha dado resultados. Se les nota y se sienten más alegres, algo que también buscamos, que el futbolista disfrute de este juego y de la tenencia de la pelota, porque con esa sensación de satisfacción el jugador encuentra mayores posibilidades de crecimiento. Pero son detalles; tú bien dices que en nuestro fútbol es complicado poner en práctica esto, pero la misma motivación que producen los resultados los estimula a ellos a cambiar.

P.- Me da la impresión de que nosotros, la prensa, somos muy superficiales. Digo esto porque en muchas ocasiones nos quedamos solo con el gol o con la atajada del arquero. Hace tiempo vengo reflexionando que desde la prensa hemos hecho un gran daño cuando se habla de 4-4-3, 4-4-2, 3-5-2 pero olvidamos que, salvo al inicio del partido, esos módulos varían permanentemente porque este es un juego dinámico en el que nadie se queda parado. Hablamos también de equilibrio y ese término no tiene que ver con movimiento sino con todo lo contrario, y nos referimos a la alegría cuando el resultado es abultado. Hacemos mención a kilómetros recorridos y nos quedamos con estadísticas que explican poco y nada lo que realmente pasó en el campo de juego.

R.- Hay dos palabras que tú mencionas que son fundamentales: alegría y resultado. Parece una lucha eterna, como aquella entre el bien y el mal. ¿Se gana como sea o se gana disfrutando del juego? No podemos olvidar que esto es, al fin y al cabo, un juego. Puede ser un deporte serio rodeado de mucho mercantilismo y mucho dinero, pero no deja de ser un juego, no pierde su esencia. Por eso yo me dedico a tratar de descubrir la esencia del futbolista, su ingenio, lo invito a que me supere, que mejore mis expectativas sobre su rendimiento. Muchas veces le pido a mis jugadores que hagan algo distinto, diferente, que me sorprendan. No pueden dejar al entrenador observando lo mismo de siempre. Que se rete y que me rete a mi como director técnico para que encuentre la motivación de superarse a sí mismo. Eso que mencionas del periodismo no es un comportamiento exclusivo del periodismo deportivo venezolano, es un fenómeno global en el que solo se observa el resultado y se intenta analizar un resultado. Tanto es así que uno escucha comentarios en los medios en los que la valoración de un equipo puede variar dependiendo del resultado, ¡y esto pasa en cuestión de minutos! Esto pasa porque no entienden el caos, que esto es dinámica, movimiento, que esto es sinónimo de átomos. Átomos en movimiento, circulación, fluidez, armonía, disonancia; conseguir un espacio donde antes no lo había, crear un espacio en donde no parece posible; el hombre libre no es lo mismo que estar libre, aparecer no significa estar, en fin, toda una serie de métodos y conceptos que indiscutiblemente no todo el mundo logra comprender porque no hay interés en ello, y yo creo que hay que orientar a la gente para que comprenda todo esto que estamos conversando porque ese es el camino que nos espera.

Si Venezuela quiere llegar a un mundial o trascender en torneos internacionales, no podemos jugar como lo hacemos en nuestro torneo. No se puede competir con apenas cincuentaicinco minutos de tiempo útil de juego. Con ese nivel no lograremos competir. Siempre le digo a mis jugadores que para trascender hay que hacer algo diferente a lo que se hace en estos tiempos, porque lo hecho hasta ahora no ha servido.

Entrevista publicada el 29/03/2014 en la web de Martí Perarnau

Fotografía cortesía de Fútbol Visión