La impresentable Conmebol y la debilidad criolla

Rafael Dudamel no insultó. Ni tan siquiera habló de corrupción. Lo suyo fue una protesta avalada por hechos e imágenes. Pero aún así, a los impresentables dirigentes del organismo continental no les gustó que los señalaran por lo que son: un grupo de negociantes que no se interesan por nada más que las cuentas bancarias de la organización.

No defiendo al seleccionador nacional. Dudamel tiene la edad suficiente para hacerlo por sí mismo. Lo que no comprendo es que desde uno de los organismos más señalados por el FIFAgate pretendan sentar ejemplos con casos inexistentes. Voy a insistir: Dudamel no insultó.

La rueda de prensa se puede escuchar en su totalidad a continuación:

Si lo prefiere, puede leerla:

Debo afincarme en un concepto: el fútbol no es causa patriótica porque en él no se defiende el honor de la nación, mucho menos el de las personas que protagonizan la actividad. Son demasiados los ejemplos de quienes hacen carrera vendiendo medias verdades, como que existen las conspiraciones en contra de nuestro progreso, o que los futbolistas criollos no llegan a la élite por su pasaporte. Pero las injusticias, en el fútbol o en cualquier otro ámbito de la vida, deben ser denunciadas.

Al mismo tiempo creo que es necesario recordar que si realmente tuviésemos algún peso en CONMEBOL, este tipo de sanciones no se producirían, salvo que el comportamiento del protagonista se aleje de las normas normales de los eventos. Pero insisto: Dudamel no insultó, sólo habló del mal arbitraje y nos recordó al “Gremio de los Intocables”.

Pero eso duele, molesta, de la misma manera que a los dirigentes criollos debe fastidiarle que el seleccionador nacional los haya puesto en la incómoda posición de tener que reclamar algo a sus compinches y compañeros de cenas.

Este es el fútbol sudamericano. Cambian los apellidos de quienes ocupan el trono en Asunción, pero el desastre sigue siendo el mismo. Juegan campeonatos juveniles en los que a los chicos apenas se les da descanso; se designan árbitros incapaces de comprender su papel pedagógico; las transmisiones de TV son cada vez más pobres; se sanciona a diestra y siniestra a quienes atenten contra la”honorabilidad” de un organismo que no es honorable.

Toda esta malaria importa poco. En Conmebol son felices porque entra dinero, y porque el bueno de Gianni Infantino, presidente de FIFA, no es más que un patrocinante de estas conductas.