A propósito de los ocho tantos del Bayern Munich: ¿goles o juego? ¡Juego y goles!

Olvidemos los ocho goles convertidos al Hamburgo; no reparemos en los ocho puntos que los separan del Wolfsburgo, su más inmediato competidor. Observemos el juego del Bayern Munich, el equipo de Pep Guardiola, y preguntémonos si no vale la pena disfrutar con presentaciones como ésta.

Tocan la pelota con el propósito de avanzar todos juntos y así facilitar la recuperación del balón cuando lo pierdan. Atacan mientras defienden y se defienden atacando. ¿Como lo consiguen? El equipo crece como conjunto y todos sus integrantes se sostienen entre ellos; robar la pelota al rival se intentará con muchos futbolistas en espacios reducidos, lo que obliga al contrario a apurarse, forzar su salida y tirar un pelotazo. Es una complicada red neuronal porque todos sus integrantes están interrelacionados, comunicados unos con otros, sin cortocircuitos, con una meta: ser un equipo. A partir de la consecución de ese primer objetivo podrán intentar alcanzar la meta más reconocible del deportista: triunfar.
Recuperación de la pelota y elaboración de la avanzada a campo rival. Movimiento de Alaba (volante central) y Benatia (central), apoyados en Müller y Lewandoski:

Post gol de Müller o cómo nace la segunda anotación: el equipo quiere crecer desde la anotación; sale a buscar al rival inmediatamente para mantener y aumentar el dominio del partido, no de la pelota. Controlan el partido porque llevan al Hamburgo hacia donde ellos quieren. Pierden la pelota -en este caso Robben- y el futbolista sigue jugando, no se permite perder el tiempo, lo que obliga al defensor de Hamburgo a rifar la pelota y ahí nace el segundo gol.

Inicio del segundo tiempo y cuarto gol:  Hamburgo presiona en el centro del campo; Bayern no se desespera ni lanza un pelotazo, más bien, fiel a su estilo, juega un rondo pegado a la banda izquierda hasta que el balón llega a Gotze, una especie de jugador lejano, quien a su vez, y sin perder tiempo, cambia hasta Robben. El gol es una circunstancia porque depende de un buen remate y de la actuación del portero, pero la construcción de la jugada no es casual, es algo que se ensaya. No la jugada en sí sino la toma de decisiones y la búsqueda del compañero mejor marcado y menos complicado por el contrario.

Al igual que cuando convirtieron el primer gol, el Bayern identifica ese pequeño bache que genera un tanto en contra para inmediatamente ir en búsqueda de un nuevo tanto. ¿Cómo? Construyendo juego por izquierda hasta que sea tiempo de girar hacia Robben y que este genere una explosión. El fuera de juego de Lewandoski evita un resultado perfecto a la estrategia muniquesa.

La búsqueda de la excelencia. Entre Muller y Lewandoski pierden una pelota cercanos a la banda. Ya su equipo gana cuatro goles por cero pero aún así, ambos van en búsqueda del contrario como perros hambrientos, lo mismo que Alaba, unos segundos después, lo que dificulta el manejo de la pelota y la salida del Hamburgo y su consecuencia inmediata es la rápida recuperación del esférico. Amparados en la expresión aristotélica de que “somos lo que hacemos día a día; de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”, el Bayern entiende que la única manera de preparar las grandes citas es manteniendo la competitividad y la intensidad en aquellas que parecieran no necesitar esas virtudes.

Una vez arriba, en campo contrario, la presión alta es una conducta natural que, bien ensayada, no supone un mayor gasto energético que otras herramientas; no hay un mayor recorrido de kilómetros sino que hasta corren menos, siempre y cuando identifiquen cómo, cuándo y hacia dónde correr. Esta conducta obliga a que el equipo contrario rife el balón y lo envie hasta las inmediaciones de Neuer o lo deje a la buena de Dios en el centro del campo. En este último caso, observemos la manera elegida por los muniqueses de gestionar una avanzada al campo rival:

Quinto y sexto gol, dos jugadas inmediatas, son una nueva muestra de que Guardiola y los suyos saben que la inmediata búsqueda del próximo tanto debe hacerse apenas el rival saca desde el centro del campo. No dan respiro, saben que no hay knock out en el fútbol y por ello hay que jugar los noventa minutos; van a rematar la partida, así el reloj no les ofrezca otras posibilidades.

Entiendo que haya quienes se aburran escuchando a Beethoven o les fastidie una exposición de Dalí; de hecho ayer pude leer un tweet que proclamaba una estupidez como que la actuación del cuadro muniqués hace insípida a la Bundesliga. Este tipo de expresiones no es, a pesar de la soberbia de quienes la pronuncian, una muestra reflexiva que lleve a la discusión sobre formas y maneras de jugar este deporte; esa afirmación sencillamente deja en evidencia que el público, en su mayoría, no va a ver jugar sino que es hincha de la tabla de resultados y la de posiciones.

Los goles condicionan a los noticiarios, pero el juego está para llenarnos la panza de fútbol. En sus manos está disfrutar el juego o ser esclavo de la mezquindad.