Atacar y defender es una sola conducta

Un equipo de fútbol es un conglomerado de conductas que no deben observarse de manera aislada sino como lo que son: hermanas de otras manifestaciones. Cada reacción, cada intento es justamente la continuación y la consecuencia de un movimiento que lo precede, y esa prolongación no es más que una escena de una película que hay que ver en su totalidad.

Quiero ser muy enfático: el fútbol es un juego imposible de descifrar porque cada partido es una muestra distinta y lo que hoy sucede es producto de mil variables que mañana seguramente no aparecerán. Claro que existen unas pocas verdades, como aquella que nos recuerda que un equipo se defiende atacando y ataca para defenderse. Parecería una contradicción pero no lo es.

Hace un par de días se enfrentaron el Chelsea de José Mourinho y el Atlético de Madrid de Diego Simeone. A priori, y siempre según el paradigma tradicional, son dos equipos que defienden muy cerca de su propia área, sin dar espectáculo ni pensar en el arco rival. Pero justamente esos conjuntos nos enseñan rápidamente el porqué de esa ubicación en el terreno: para aprovechar mejor las cualidades de sus dirigidos. ¿Por qué se comportan de esa manera? Para ganar.

Cuando cualquiera de esos conjuntos recupera la pelota comienza una cadena de eventos – no nos fijemos en la duración de los mismos – con el único objetivo de buscar la portería contraria. Claro que también hay equipos que practican la posesión defensiva de la pelota – no le crean a quienes hablan de una “posesión efectiva”, eso es una idiotez sin sentido – y la adoptan como plan para evitar que el rival los ataque y luego contragolpearlo cuando se presenten las oportunidades.

Lo que debemos comprender es que un equipo de fútbol está definido por un grupo de pautas y procederes que, a pesar de las tentaciones, no podemos analizar por separado, ya que al hacerlo estaríamos despreciando lo que realmente las hace únicas, y nos estaríamos dejando llevar por una postal que congela un gol o un error, asumiendo equivocadamente que en una actividad como el fútbol se puede disociar conductas a favor de lo que a nosotros, como espectadores, nos conviene para aparentar una sabiduría que no poseemos.

No hay equipos ofensivos o defensivos; lo que debemos comprender es que cada equipo, idealmente, tiene que jugar según las posibilidades que nacen de sus jugadores y de la interacción entre ellos. Lo contrario es entregarle armas a quienes desde su trinchera proponen analizar el juego como cualquier otra conducta intrascendente.

Columna publicada en el diario Líder el domingo 11 de Mayo de 2.014