El fútbol es emoción, es pasión, es amor, es tristeza, y sobre todo, es identificación. Nos identificamos con unos colores sin importarnos la distancia ni quien está a nuestro lado, siempre y cuando quieran al mismo escudo. Pero el fútbol también nos enamora de las formas empleadas en su desarrollo, enseñándonos que el triunfo debe estar acompañado de un poco de belleza para que éste perdure en el tiempo con más fuerza y nos regale una mayor sensación de goce.
Como decía antes, el fútbol nos ofrece la posibilidad de hermanarnos con personas que jamás hubiesemos imaginado. Se lo digo yo que gracias a este juego he podido conocer a personas magníficas como Martí Perarnau, Noel Sanvicente, Juan Manuel Lillo, Carlos Cañadas, Dani Fernández, Jacinto Elá, Alex Couto Lago, Iñaki García, Joan Barriach, Rosa Coba, Francisco Cervera, Ismael Diaz Galán, Miguel Chamoro, Eduardo Riveros, Rodolfo Paladini, José Campofiloni, Amleto Bonacorso, Marcelo Geralnik, Diego Latorre, Juan Carlos Rutilo, Jován Pulgarín, Jesús Eduardo Acosta, Giancarlo Figliulo, Josías Castro, Francisco Blavia, Jorge Urrego, Juan Soto, José Manuel Vieira, Carlos Domingues, Xavier Azkargorta, Ángel Raúl Cavalleri, Richard Páez, Rafael Castellín y muchos más que han nutrido ese camino de enseñanza que tanto disfruto y tanto agradezco. Reitero, son muchos más y me falla la memoria, así que me disculpo con quienes no aparecen en este horroroso escrito.
Con Tito Vilanova me pasó algo muy extraño: en vida, todos hablaron bien de él, mientras que con el resto de los seres humanos hay que esperar a su fallecimiento para que se reconozcan sus virtudes. Me hubiese encantado conocerlo y preguntarle, no de fútbol, sino de la vida. Es una putada enorme que se haya ido un caminante así, pero su partida seguro ayudará a que algunos valoren más la existencia que las medallas. Al fin y al cabo, las medallas llevan polvo y se venden en los mercados, mientras que los recuerdos quedan para siempre.
No desaparecerá el recuerdo de un luchador como Tito, y hoy, como nunca antes, me aferro a la posibilidad de una vida después de la vida. Tiene que existir, hay mucha gente que no he conocido, de la que he aprendido, y de la que quiero seguir aprendiendo.
¡Seny pit i collons!
“Y me iré, yo se que me iré, pero también se que un día volveré”.