Me alegra enormemente la actuación de la selección femenina sub-17, pero no quiero surfear la ola triunfalista de quienes ahora resultan ser expertos en fútbol femenino. De hecho, pretendo todo lo contrario: convertirme en un aguafiestas y recordar que el éxito de las chicas se ha labrado con mucho esfuerzo y poco reconocimiento al camino que han recorrido. Felicidades a ellos, pero nosotros a lo nuestro: luchar por un deporte mejor.
Debo aclararle, mi estimado lector, que de mis treinta y siete años de vida, he dedicado por lo menos treinta al seguimiento del deporte. Eso no me convierte en un experto sino en alguien que disfruta y hace seguimiento a esta actividad. En todo ese tiempo he observado atentamente el trato dispensado a nuestros atletas y le aseguro que es poco lo que ha cambiado. Por ejemplo, estas muchachas ni siquiera fueron abanderadas. Le confieso que a mi eso de mezclar política y deporte no se me da – me parece arribista y ventajista – pero ahora que el resultado las ha convertido en heroínas, me molesta que sí se les tenga en cuenta sólo porque ganaron.
Me pasa lo mismo con la Ley del Deporte. No creo en la idea que sostiene que nuestros problemas son solucionables a partir de la creación de algún compendio de normas; estoy seguro que el problema no está en la letra sino en la acción, esa que confirma que nos desvivimos por aplicar la viveza criolla antes que respetar las reglas. Para muestra un botón: esa ley consagra un “Fondo Nacional del Deporte” que debe servir para el crecimiento de esta actividad en nuestro país. El fútbol lleva ya dos años sin poder disfrutar de ese dinero, una situación que se ha trasladado este año al baloncesto profesional. Me pregunto, ¿es que acaso hemos olvidado que el deporte forma ciudadanos y sólo lo atendemos para sumar votos o seguidores por twitter? ¿Solamente nos ocupamos de las disciplinas a partir de su éxito? No sé si se dan cuenta, pero intentan construir una edificio comenzando por la azotea.
Hoy recuerdo a Marcelo Bielsa y su exigencia a unos empresarios que querían conocer su fórmula del éxito. En una conferencia, el entrenador argentino, con la sinceridad y la rebeldía que lo caracterizan, les recordó que al ser humano hay que quererlo para que gane, no después de ganar. La mejor manera de celebrar y honrar a estas chicas es exigirle a los directivos que se aboquen a trabajar por una disciplina que ya nos ha regalado dos participaciones mundialistas consecutivas, y que aún parece estar en una etapa embrionaria. En fin, que hagan su trabajo, y si no pueden, que le den paso a quienes si se sientan capacitados de hacerlo.
Columna publicada en el diario Líder el jueves 03 de Abril de 2.014