De entrada le pido disculpas a Michel Houlebecq por apoderarme del título de su obra favorita. Y también debo hacer referencia a Dante Panzeri que a través de su obra me ha hecho entender que no estoy enfermo. Según Panzeri, lo que usted y yo tenemos, mi estimado lector, es un enorme rechazo a lo decadente, o como él mismo dijo: “una inadaptación a un medio socialmente enfermo”.
Le soy sincero, amigo mío; no encuentro razón alguna que justifique el desbarajuste que es nuestro fútbol. Pongamos un ejemplo: el fin de semana pasado, el delegado del partido que se jugaba en el estadio Metropolitano de Cabudare detuvo el juego entre Lara y Carabobo para que retiraran un trapo que hacía referencia a una persona fallecida recientemente. En ella no se hacía referencia a la incapacidad de la FVF ni había ningún mensaje que pudiese ser considerado ofensivo o con tintes violentos. Era un recordatorio, nada más.
Este tipo de conductas son contradictorias pero no sorpresivas. Si el “trapo” no es del agrado de algún dirigente, el encuentro debe detenerse. Pero de lo contrario, si no molesta al ente federativo se juega a como de lugar, así sea violentando principios tan sagrados del fútbol como es el cambio de cancha. No se ría, haga memoria y recuerde que hace un par de temporadas eso sucedió.
Esta dirigencia es capaz de esto y de mucho más. Ya son incontables las veces en que algún directivo ha dejado claro que sólo les importa cumplir con el calendario y sumarse a la tómbola que reparte cupos a torneos continentales sin importar el ridículo que vienen haciendo desde hace años, con la reciente excepción del Zamora de Noel Sanvicente.
Me niego a sucumbir ante la indiferencia de quienes se toman fotografías o miran hacia otro lado; creo que todo puede mejorar y que en algún momento, sin dejarme llevar por las utopías, esta dirigencia encontrará la madurez para comprender que el tiempo que se está perdiendo en la elección del seleccionador nacional es irrecuperable, o que su verdadero poder no radica en la posibilidad de detener un juego por una pancarta sino en suspenderlo cuando se considere que la vida humana está en riesgo.
Pero las oportunidades no vuelven, y luego de casi 30 años en el poder, mi anhelo es tan posible como creer que algunos se despertarán mañana pensando en el bien colectivo y no en el personal. Mientras eso sucede seguiré quejándome, alimentando mi inconformidad y sumando millas para acercarme hasta una isla un poco menos tumultuosa que alimente mi optimismo.