El ejemplo español

El mundial, como aquella vieja cuña, está a la vuelta de la esquina. Mientras nuestro fútbol es un manojo de excusas destinadas a justificar un campeonato sin pies ni cabeza o que aún no se haya designado el sucesor de César Farías, el resto del mundo futbolístico comprende que los ciclos competitivos tienen vida propia y no son susceptibles a los caprichos de nadie. España es uno de los ejemplos que nuestra dirigencia debería copiar.

Vicente Del Bosque tiene como meta inmediata el Mundial de Brasil. De cara a esa cita debe resolver el dilema de la portería de su selección, cuales delanteros convocar y qué papel otorgarle al jugador joven más talentoso que haya visto ese conjunto en mucho tiempo: Thiago Alcántara. En cada una de esas decisiones alargará o acortará su estadía en el país amazónico. Pero además, a diferencia de  nuestra improvisación, el entrenador español ya trabaja en la etapa post mundial y para ello ha ido preparando los relevos de algunas figuras emblemáticas como Xavi Hernández.

En los últimos años, Del Bosque le ha dado cabida a jóvenes valores que estarán aptos para competir cuando llegue su turno. Azpilicueta, Carvajal, Bartra, Nacho, Koke, Rafinha, Jesé, Muniaín, Rodri, Deulofeu y hasta el mismo Thiago acumulan más de cuarenta partidos internacionales; victorias y derrotas que les permitirán competir. ¿Igualarán lo logrado por esta generación dorada? Nadie lo sabe, pero lo que sí queda claro es que el trabajo del seleccionador nacional no se limita únicamente a elegir futbolistas sino que debe pensar siempre en el futuro por más imprevisible que éste sea.

¿Por qué señalar a España? Por ser campeón del mundo y por la amistad que existe entre los federativos de cada país. Manuel Plasencia ha manifestado querer serle útil al próximo seleccionador y su intención es muy loable. Pero si la FVF sigue retardando su decisión, quien ocupe el puesto de Director Técnico de la Vinotinto tendrá muy poco margen de maniobra ante ese enemigo que se llama tiempo y que es el más cruel antagonista de la improvisación.

La meta no es ni puede ser la Copa América. Ese torneo hay que tomarlo como una posibilidad para sumar minutos competitivos y probar variantes. No con esto planteo que se lleve un equipo de solteros y casados, pero, a pesar de nuestro casi inexistente palmarés, el objetivo debe ser emular el ejemplo español: competir hoy y trabajar por mantener esa dinámica. Por ahora, sin seleccionador y con entrenadores juveniles tan contradictorios en su concepción del juego, se está caminando en dirección opuesta.

Columna publicada en el diario Líder el domingo 23 de Marzo de 2.014