18 equipos. No fue un capricho expandir la primera división en el año 2.007 sino una maniobra para aumentar las cuotas de poder. 18 equipos en un fútbol que aún no comprende el valor de la formación y prefiere aplicar medidas sin la debida reflexión. 18 equipos que deberían tener como objetivo formar jugadores desde las categorías infantiles pero que, en contra de cualquier lógica, sólo tienen equipos juveniles para cumplir con las exigencias federativas. 18 equipos en primera división irrespetando nuestro contexto.
Me preguntan a través de Twitter si conozco por qué hay tanta diferencia entre el Zamora local que goleó al Táchira el pasado sábado y aquel que le cuesta hacer un gol en Copa Libertadores. No creo que sea la inexperiencia de sus futbolistas o planteamientos equivocados. De hecho, el equipo de Sanvicente sale a jugar todos los partidos con la misma intención de protagonizar los duelos y someter al rival. El problema está en la diferencia de nivel de las competiciones y en el fútbol esto se nota. Por ello, nuestro torneo está en el sótano del continente. ¿Cómo solucionarlo? Friedrich Nietzsche nos enseña el camino: “al pensar se debe estar ya en posesión, mediante la fantasía, de lo que se busca; sólo entonces puede juzgar la reflexión”.
¿Quienes pueden hacer algo al respecto? La dirigencia, es decir, los representantes de esos 18 equipos que hacen vida en la primera división. Aplicando el consejo del filósofo alemán pudieran encontrar respuestas en la ponderación. Si piensan en su beneficio personal entonces todo quedará como está y seguiremos sumando excusas ante cada fracaso de nuestros equipos.
El panorama es sumamente oscuro. La FVF responde siempre de la misma manera: son los equipos quienes pueden llevar el torneo a un número de equipos acorde a nuestra realidad. Esa explicación es correcta pero esconde una pequeña trampa: en un país en el que sólo se transmiten un puñado de encuentros por fecha, en el que además se premia a la mediocridad con posibles participaciones en copas internacionales y la segunda división es prácticamente inexistente para los medios, ¿quien en su sano juicio va a aprobar una reducción de la primera división? O peor aún ¿nos sentamos a esperar muestras de planificación de parte de quienes sólo piensan en ganar hoy?
Volvamos al consejo de Nietzsche y prioricemos la meta de un fútbol mejor que sólo se podrá conseguir a través de la aceptación de que el beneficio colectivo siempre será mayor que cualquier logro individual. De lo contrario, nuestra competición seguirá regalando virtudes y tristezas.
Columna publicada en el diario Líder el jueves 13 de Marzo de 2.014