Zamora perdió un partido que se inclinaba a su favor mientras que el Deportivo Anzoátegui aún busca explicaciones a un empate que no debió ser tal. La Copa Libertadores nos muestra las carencias de nuestros futbolistas y está en nosotros aprender de una buena vez por todas la lección o seguir ahogándonos en la orilla.
Muchos señalan la ineficacia goleadora como el detonante de ambos resultados. ¿Puede trabajarse ese aspecto? Sí; por experiencia propia puedo dar fe de que Noel Sanvicente y su cuerpo técnico diseñan tareas que intentan replicar situaciones de partido para que sus jugadores cuenten con las mejores herramientas y resuelvan la gran cantidad de las opciones de peligro que generan en cada partido. No puedo asegurar lo mismo del entrenador Juvencio Betancourt pero sería una idiotez enorme negar que trabaja también en ello. Si aceptamos la dedicación de los conductores en la búsqueda de soluciones, ¿por qué tropezamos siempre con la misma piedra?
La clave no pasa por trabajar la eficacia – que depende de mil factores ajenos a la voluntad – sino por mejorar la educación del joven futbolista. Un jugador nace con determinadas cualidades que luego, a través de la preparación, son enriquecidas, pero en algunos casos, disminuidas. El entrenamiento debe constituirse en el espacio de aprendizaje en el que se identifican y potencian las virtudes, mientras se trabaja para minimizar los errores. Si a nuestros jóvenes no les ofrecemos posibilidades para que crezcan en el juego y en la toma de decisiones, ¿cómo podemos exigirles que sean efectivos? Lo que no le enseñan a Pedrito no podremos exigírselo a Pedro.
Este ejemplo es aplicable a otras facetas del juego para evitar lamentarnos más adelante que tal jugador perdió la marca o que simplemente fue amonestado o expulsado en cada partido importante. Por ello no hay perdón para entrenadores de primera división que cometen el crimen de marginarse del proceso de aprendizaje que viven sus jugadores. Asimilen la lección: el futbolista es un compendio de respuestas. Cambiemos las preguntas y seguro que nos sorprenderemos.
Si los formadores de futbolistas se dedicaran más a potenciar las capacidades de los chicos difícilmente se repetirían escenarios como los de la semana pasada. Se necesita también que los dirigentes elijan a los mejores para sus categorías inferiores y les paguen como tales, de lo contrario seguiremos hablando de “efectividad” en vez de formación. La respuesta está en la educación, no en la eficacia.
Columna publicada el jueves 20 de Febrero en el diario Líder