Sí, esto que vive la Vinotinto parece un circo. No como aquel que se llevaba a cabo en Roma y mucho menos como los que se conocen en la actualidad. No; este es un circo cruel en el que los protagonistas quedan retratados por su indiferencia o su limitada inteligencia emocional. Pero en este triste espectáculo no son ellos quienes sufren sino que es la majestuosidad de la selección nacional quien lleva la peor parte.
Veamos: Rafael Esquivel afirma que el seleccionador nacional será venezolano y luego, en menos de doce horas, asegura tener apoyo para contratar a un extranjero. Pasa cinco días en Caracas y no se reúne con ningún candidato.
Nelson Carrero, miembro de la FVF, lanza consignas en contra de esa institución que integra para que ésta luego lo desmienta, y así comienza una innecesaria disputa acerca de la forma de pago al próximo seleccionador, alejando a Carrero, sin que él asimile el golpe, de la toma de decisiones.
Richard Páez y Ratomir Dujkovic ya charlaron con Esquivel en Diciembre, pero nadie sabe si presentaron un proyecto. El presidente dice no guardarle ningún rencor a Noel Sanvicente (¿no debería ser al revés? Esquivel fue quien desairó a Sanvicente). No se entrevista con él sino que envía a Carrero y a Bernardo Segovia, presidente del colegio de entrenadores y principal opositor al diplomado de fútbol que hace un par de años organizaron algunos integrantes del cuerpo técnico de Sanvicente. Esto a pesar de que el entrenador de Zamora se encontraba a unas pocas cuadras de distancia de las oficinas de la FVF. Ese tiempo que no tenía el jefe sí existió para designar un DT interino, confirmar un amistoso y reafirmar a Ceferino Bencomo en el organigrama federativo.
Anteriormente, sólo quien superaba grandes obstáculos podía llegar al Olimpo. Ahora, ante el silencio de quienes mueren por la fama, se premiaría a quien fracasó estrepitosamente en la sub 15, colocándolo por encima de entrenadores más capacitados pero definitivamente con amistades menos influyentes.
El circo romano fue, junto con el teatro y el anfiteatro, parte de la trilogía de grandes instalaciones destinadas a divertir al pueblo en los días sagrados. Era un show destinado a que los habitantes de Roma compartieran todos juntos mientras recordaban la grandeza del Imperio. Por el contrario, el circo Vinotinto sólo sirve para que no olvidemos la pobreza de quienes dirigen este deporte en nuestro país y nos quede muy clara la razón por la cual nuestro fútbol sigue estando en un estado embrionario que por ahora luce insuperable.
Columna publicada el jueves 13 de Febrero de 2.014 en el diario Líder