El deportista, amateur o profesional, compite para ganar y para superarse a sí mismo. Idealmente esa es la meta de todo aquel que decide practicar una disciplina deportiva. Luego aparecerán quienes respeten la actividad y quienes deciden tomar atajos que los acerquen a glorias o ganancias tan efímeras como el gas en una gaseosa.
Después de haber perdido la final de la Copa del Rey, Marcelo Bielsa decidió arremeter contra sus jugadores en la privacidad del vestuario. El argentino dejó frases como “no estuvimos a la altura de la ilusión que generamos… Me parece inadmisible decepcionar a un pueblo porque yo estoy avergonzado de haber decepcionado a la afición. La decepcionamos, es un fracaso. Y es una temporada negativa, porque jugamos dos finales, y las puedes perder no 3 a 0 sino 5 a 0, no hay problema, pero perder las dos finales como las perdimos… Yo soy el responsable… Cuando había que demostrar grandeza, fuerza, personalidad, confianza, hicimos todo lo contrario… No hacía falta salir campeón para no decepcionar. Hacía falta, en vez de tener miedo a perder, jugar para ganar”.
Noel Sanvicente, dos días antes del debut del Zamora en la Copa Libertadores, manifestaba ante los medios de comunicación que “nosotros respetamos lo que significa el Atlético Mineiro, una gran institución, pero tenemos claro que vamos a saltar al terreno con lo que tenemos, con la convicción de que podemos ganar”.
Bernd Schuster, entrenador alemán, fue despedido del Real Madrid cuando, en vísperas de un partido frente al Barcelona de Pep Guardiola, declaró que “en el Camp Nou no es posible ganar ahora mismo. El Barça está muy bien, es su año y vamos a intentar hacer un buen papel. Más no se puede hacer ahora mismo”.
Ganar o perder forma parte de la ecuación. Algunos están mejor preparados que otros para aceptarlo, pero lo que es inaceptable es que se potencie, desde la conducción, un discurso victimista o fatalista, obviando que este malquerido fútbol venezolano ya ha abandonado el papel de cenicienta que durante mucho tiempo ostentó.
Se compite con la intención de obtener el triunfo. Pero la consecución del mismo no define nuestra manera de competir. No debemos olvidar que el resultado nos puede ser esquivo, pero el respeto al deporte y a los valores que lo definen no deben ser vilipendiados por quienes prefieren salir derrotados antes de siquiera entrar a la contienda. Puede que ganen títulos, dinero, fama y seguidores, pero jamás contarán con el respeto de los deportistas.
Columna publicada el domingo 16 de Febrero de 2.014 en el diario Líder