El caótico Pep Guardiola

Al hombre le es imposible repetir conductas en contextos similares; no existe quien reaccione de la misma manera ante situaciones aparentemente idénticas. Esto es porque somos seres que vivimos en un estado permanente de aprendizaje. Puede que esas pequeñas modificaciones que vamos sumando en nuestro camino sean imposibles de divisar, pero su existencia es indiscutible.

Con permiso del Manchester City del chileno Manuel Pellegrini, creo que el Bayern Múnich de Pep Guardiola es el equipo que mayores retos ofrece a quienes intentamos comprender este juego. Pasados unos meses desde su llegada, nadie duda que el conjunto alemán ya es un equipo de autor.

El Bayern pasó de jugar un 1-4-2-3-1 muy definido para convertirse en una incógnita extraordinaria. Puede comenzar el partido con un delantero centro claro como Mandzukic, rodeado de jugadores “satélites” como Ribéry, Robben y Müller pareciéndose así a la versión de Heynckes, y terminarlo con mayor ímpetu ofensivo, sin un definidor clásico, con seis volantes merodeando el área. Guardiola, ante todo deportista,  sabe muy bien que sin mayores desafíos cognitivos, el futbolista puede acomodarse en su zona de confort. Por ello su reto es mayor de lo que muchos suponen.

Otra alternativa es jugar muchos partidos sin un medio centro típico, ubicando en esa zona a Thiago y a Phillip Lahm como su socio, sin que esto comporte un riesgo ya que el patrón de juego y la calidad de los intérpretes permiten estas innovaciones. A ello se le agrega aquella vieja instrucción de su entrenador: “todos mis jugadores tienen permiso de llegar al área, pero no de quedarse en ella”. Al fin y al cabo, lo que hace Guardiola es otorgarle libertad a sus dirigidos para que se muevan por espacios que antes eran desconocidos o simplemente prohibidos, renovando así el gusto por el aprendizaje de sus futbolistas.

Guardiola genera pequeñas modificaciones para alimentar el autoestima de sus jugadores y desconcertar al rival. ¿Cómo lo hace? Desde la fuerza de sus ideas y el afecto a sus dirigidos, sin gritos ni golpes. Convencer para luego vencer. Pequeños cambios que producen una tempestad que sirve para competir en superioridad de condiciones, o como lo explicaba Marcelo Bielsa hace un par de años: “Guardiola le propone a algunos jugadores que dejen de hacer lo que mejor hacen y que hagan algunas cosas que no están entre sus máximas virtudes y lo hace para que mejore el colectivo y lo logra con una aceptación de los jugadores absoluta, lo que habla de su liderazgo”.

Columna publicada en el diario Líder el domingo 02 de Febrero de 2.014