“Es el hombre común, no sólo desigual a todos los hombres sino constantemente desigual para consigo mismo, el que hará desiguales dos partidos de fútbol <iguales> pensados de una misma manera”. Dante Panzeri
El nuevo año supone para muchos una oportunidad de poner en práctica conductas que mejoren el pasado inmediato. Cualquier modificación que no se convierta rápidamente en costumbre rara vez conseguirá el efecto deseado y seguramente quedará desechada con el paso del tiempo. Todos tenemos la posibilidad de superarnos siempre que mantengamos el hambre de conocimiento y nos alejemos de medias tintas disfrazadas de verdades absolutas.
Recordemos a los tres últimos campeones de nuestro fútbol: Deportivo Anzoátegui, Zamora y Mineros de Guayana. Cada uno ha desarrollado un modelo de juego acorde a las virtudes y carencias de sus futbolistas, y el respeto a sus ideas les ha permitido competir con éxito. Ahora bien, ¿no les parece extraño que mientras se enaltecen las cualidades de estos equipos se señalen esas mismas propiedades como riesgosas e innecesarias?
Estas contradicciones son comunes en nuestro fútbol. ¿Por qué? Porque no hay espacio para el análisis. Se desecha cualquier manifestación que tenga que ver con el estudio de la complejidad del juego en favor de la superficialidad que algunos han determinado como “el gusto de las mayorías”. Hay quienes por ejemplo se dicen enamorados del juego que practica el Zamora pero cuando el equipo de Sanvicente recibe un gol, proponen soluciones a lo que ellos llaman “ausencia de equilibrio”, basadas en respuestas contrarias a lo que es el funcionamiento de dicho colectivo.
Amparados por esa cantidad de lugares comunes, estos opositores de la coherencia son capaces de justificar cualquier cosa, como pedirle al Barcelona que se defienda al borde de su área porque para ellos, defender es una muestra de pragmatismo que sólo puede hacerse cerca del arco propio. Son los mismos que intentan explicar la incorrecta defensa de un tiro libre a través de la poca estatura de los defensores, o promueven como verdad absoluta que en este deporte es más importante la indicación del entrenador que la voluntad del jugador.
Algún maestro, en un enorme ejercicio de reflexión, escribía hace un par de días que “al fin y al cabo, somos las palabras que usamos”; por ello le recomiendo al consecuente lector que más vale equivocarse en la búsqueda del conocimiento que coincidir con el vendedor de humo de turno y así engrosar la amplia lista de idiotas ilustrados.
Columna publicada en el diario Líder el jueves 16 de Enero de 2.014
http://www.liderendeportes.com/Opinion/Columnas/Apuntes-del-Camino/La-idiotez-ilustrada.aspx