De nada sirve intentar aplicar ideas contrarias a las cualidades de sus ejecutantes, por ello, en el fútbol, se precisan futbolistas que hablen un mismo lenguaje. Rafael Acosta y Edgar Jiménez son prueba de ello; contrarios a ese perfil de “luchadores” que muchos venden como el ideal en volantes centrales – como si para defender pelota y/o espacio se necesiten boxeadores o pegadores a sueldo – estos jugadores se constituyeron en defensores del modelo de juego que caracterizó a este Mineros, campeón del Apertura.
Existe una corriente de pensamiento que sugiere que los futbolistas talentosos no pueden jugar juntos, y menos aún en esa zona tan sensible como es el centro del campo, aunque siempre hay rebeldes dispuestos a desafiar esas “verdades absolutas”. Los últimos campeonatos de Noel Sanvicente al mando del Caracas tuvieron como protagonistas a Edgar Jiménez y a Luis “Pájaro” Vera, dos jugadores que dominaban el juego sin contar con un físico privilegiado, pero mientras ellos brillaban en el torneo nacional, en la Vinotinto hacían vida los viejos prejuicios: un volante de corte y otro de distribución, o como en el pasado reciente, dos de lucha y quite.
Pero en este juego triunfa sólo quien se adapta y evoluciona. Eso hizo Richard Páez y armó un equipo a partir de la identificación de las cualidades en común de sus dirigidos. Dos delanteros rápidos, cazadores de espacios con gol sin ser goleadores; dos volantes abiertos que se cerraban para darle paso a los laterales y así alargar y ensanchar el campo; dos centrales que comprendieron que quedarse cerca de su arco era un suicidio y, por encima de todo, dos mediocampistas centrales que desde el juego, el manejo de la pelota y la buena colocación supieron mantener al equipo en territorio enemigo y a la pelota bien lejos de su área.
Jiménez y Acosta pueden ser señalados como el origen del modelo de juego de Páez y, cuando las dudas invadieron al entorno del equipo, ellos se erigieron como el sostén futbolístico que los ayudó a salir de la oscuridad. Son dos futbolistas que nos recordaron la esencia de este deporte, que no es otra que “la idea son los jugadores”, y parafraseando a Juanma Lillo, con ellos – Acosta y Jiménez -se acortaban las “distancias de relación”.
El vínculo existente entre similares permitió que el estilo de juego utilizado por Mineros naciera de sus protagonistas y no al revés. Ese es el éxito del campeón, no el trofeo sino de la aceptación de una de las mayores verdades: son nuestras coincidencias y no nuestras diferencias lo que nos hará grandes.
Columna publicada en el diario Líder el jueves 19 de Diciembre de 2.013
Fotografía cortesía de Mineros de Guayana