La reunión entre directivos de equipos venezolanos llevada a cabo la semana pasada en la ciudad de Barinas ha abierto la caja de los truenos. El simple hecho de que una mayoría de los participantes de la primera división hayan acordado aumentar la frecuencia de esas juntas para así dar forma, paso a paso, a lo que se conocería como la liga de fútbol, nos invita a recordar a Anselmo de Canterbury y una de sus frases más conocidas: “no quiero comprender para creer, sino que creo para poder comprender”.
Nuestro fútbol profesional es, como expresaba la semana anterior, la mayor muestra de indolencia del deporte rentado venezolano. Sólo hay que conocer los reclamos de cada uno de los directivos que hicieron acto de presencia en Barinas para comprender la penuria que caracteriza a nuestro balompié. Para muestra un botón: tanto el béisbol como el baloncesto tienen acceso a los dólares preferenciales que otorga CADIVI, lo que les ayuda a contratar mejores jugadores importados y/o técnicos, y adicionalmente, invertir en las instalaciones deportivas. En cambio, el fútbol venezolano es una arena de competencia desleal en la que equipos como Caracas, Táchira o Yaracuyanos, por nombrar sólo a tres, rivalizan con otras instituciones que, por estar ligadas íntimamente al poder público, gozan de un presupuesto mayor sin que éste sea aprobado por quienes eligieron a esos funcionarios que deciden el destino de ese dinero.
Vuelvo a San Anselmo porque quiero creer en la buena intención de quienes visitaron Barinas con la voluntad de ver a sus colegas como potenciales socios y no como enemigos. Lo digo porque en el país que vivimos ya no nos reconocemos como adversarios sino como oponentes hostiles que nos queremos quitar hasta el aire. Y sólo hago referencia al tema CADIVI porque para que se reconozcan todos como copartícipes de una misma empresa, las cuentas deben estar claras y las intenciones deben ser, cuando menos, similares.
Crecer, perfeccionar este negocio y entender que la creación de una sociedad sólo puede nacer desde los acuerdos y la aceptación de las diferencias, son apenas algunos de los requisitos que deben consentir y respetar estos dirigentes. Hoy se han ganado la curiosidad y el beneplácito de una buena parte de la hinchada, y la misma Federación da a entender que acusó el golpe con el invento de una liga sin pies ni cabeza presentada este mismo martes. Apuesten a la serenidad y recuerden que Esquivel piensa en cien metros; ustedes deben planificar una maratón.
Columna publicada en el diario Líder el jueves 14 de noviembre de 2.013