Mineros y su “equilibrio”

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– “Los científicos Evian Gordon y Lea Williams han creado un modelo, al que llaman integrate, que asegura que todo lo que hacemos en nuestra vida está basado en la determinación del cerebro para minimizar el peligro o maximizar la recompensa. Éste es el principio de organización del cerebro“*.

– Un equipo de fútbol es un organismo que vive, piensa, actúa, teme y busca el éxito según sus cualidades. En castellano: un equipo es un grupo de seres humanos que juntos conforman un nuevo ser vivo, y desde el momento de su nacimiento, comienzan un recorrido similar a lo que como individuos llamamos vida. Cada equipo debe vivir en permanente reflexión para identificar sus cualidades y sus defectos y así emprender el viaje hacia la tierra prometida.

– Mineros, a partir de los valores de sus integrantes, apuesta por Rafael Acosta y Edgar Jiménez como dupla de volantes centrales, lo que demuestra su intención de buscar esa recompensa desde el buen trato de la pelota y la generación de ideas futbolísticas que nazcan a partir de esa pareja de volantes.

– Lo que no puede evitar el conjunto negriazul es que aparezcan inmediatamente afirmaciones como que el equipo de Páez juega sin un volante recuperador nato. Esta sentencia sería increíble – no se puede creer – si no fuese porque se pronuncian frases como esa de manera automática sin reflexión alguna.

– Si la acumulación de delanteros de área no se traduce obligatoriamente en un mayor peso ofensivo, ¿por qué suponer entonces que la utilización de jugadores de corte “Lucena” sí se traduciría en una apuesta segura para la recuperación defensiva? Esto de los complementos, como lo señalara Martí Perarnau, bastante daño ha hecho.

– Explicaba Martí, en uno de esos artículos que guardo y repaso cada vez que puedo, que el fútbol debía ser entendido desde otro punto de vista distinto al que habíamos aprendido. “En vez de sumar peras y manzanas para complementar, Guardiola ha decidido juntar frutas de la misma especie para hacer un zumo más puro. El fútbol se decide en las dos áreas, dijo en cierta ocasión un afamado técnico italiano, rey de los complementos, pero el Barça está demostrando que se puede mandar en el mundo desde el centro del campo a partir de un sumatorio de iguales.

– Vuelvo a Mineros. El equipo de Páez tiene como idea iniciática dominar cada partido desde los mediocampistas que menciono, y para ello debe moverse por todo el campo de juego como un bloque sin fisuras. Es una conducta que debe ser comprendida porque en caso de que una de sus piezas pierda intensidad el colectivo se desmorona. No hay espacio para la duda, porque de ella puede nacer el caos.

– Esa forma de juego no admite un pase “nervioso” salvo en ocasiones de emergencia. Mineros quiere la pelota para asociar a cada uno de sus integrantes y en posesión de ella asegurarse que cada futbolista mantenga la intensidad y se integre a la dinámica grupal para que el equipo sea justamente un bloque y no un conjunto de conductas anárquicas.

– Para lograr esto, Páez ha señalado a Jiménez y a Acosta como sus jugadores clave. Los dos poseen una característica que los convierte en una especie de gemélos futbolísticos: ambos saben quitar sin recurrir a la infracción porque son jugadores educados para jugar, y recuperar la pelota es parte del juego. Son futbolistas que entienden el carácter colectivo del juego y poseen la inteligencia necesaria para integrar a sus compañeros.

– Ambos tienen grabado en su ADN que no siempre se puede llegar al campo contrario con la rapidez deseada, por ello actúan a partir de las necesidades del equipo: tocar hacia adelante, hacia un costado o simplemente hacia atrás; es una toma de decisiones que desecha los caprichos individuales.

– A partir de la definición de equipo comprenderemos que un volante central no puede únicamente “quitar pelotas”, sino que debe ser parte de la continuidad llamada fútbol. Acosta y Jiménez podrán ser efectivos atacando el ataque rival si sus compañeros conquistan los espacios necesarios, lo cual se traduce en que cada jugador cumpla con sus tareas. Tampoco vale que un futbolista se dedique exclusivamente a atacar porque al asumir esa conducta se aísla del colectivo. Cuando aceptemos que este es un juego de asociaciones dejaremos de buscar rendimientos individuales para centrarnos en los movimientos gremiales que caracterizan a esta actividad.

– No debemos olvidar que el futbolista depende del contexto, y Rafael Acosta y Edgar Jiménez lograrán recuperar la pelota o ser efectivos en la entrega de la misma si sus compañeros mantienen la intensidad. El equilibrio de Mineros no depende de una falsa estabilidad que muchos suponen daría la entrada de algún “volante de marca”, recordemos que los equipos de fútbol encuentran su versión más armónica cuando sus jugadores cumplen con el plan que está diseñado para sacar lo mejor de ellos en favor del colectivo. Así de sencillo y así de complejo.

Hasta que llegaron unos cuantos entrenadores (no necesariamente jóvenes, incluso alguno de ellos vistiendo chándal dominguero), rompieron el tabú y quebraron el paradigma. En vez de alinear complementos buscando un imposible equilibrio, observaron el fútbol como un fenómeno complejo y lo contextualizaron. En lugar de desmenuzarlo en pequeñas partes y analizar cada una de ellas al microscopio, contemplaron el juego como un todo integral, como un universo de interrelaciones entre los futbolistas. Cambiaron el enfoque y entendieron el fútbol como un sistema complejo. Esta decisión tuvo consecuencias: la especialización dio paso a la polivalencia entendida no como mediocridad, sino como excelencia adaptativa. Se derogó la complementariedad, imponiendo una idea fácil de explicar y difícil de aplicar: puesto que somos buenos en una faceta concreta, vamos a apostar fuerte por ella“. Martí Perarnau

*Estanislao Bachrach, Agilmente

Fotografía cortesía del Departamento de Prensa de Mineros de Guayana