El camino se ha hecho largo e insoportable. El tiempo entre el partido vs Uruguay y el de este viernes en Santiago tuvo todo el peso que caracteriza a la eternidad.
Chile es el primer rival. El viernes la selección juega su partido más importante y lo hará ante un oponente que también lleva consigo una fuerte carga de ansiedad. Saben los chilenos que una victoria los clasificaría a Brasil, y a diferencia de lo ocurrido hace cuatro años – Chile 2 Venezuela 2 – quieren hacer la tarea ante su gente. Esa meta, esa ambición genera ansiedad y con ella pueden aparecer los errores australes; la Vinotinto vivirá un partido como nunca en el que la pifia del rival puede ser combustible para el futuro.
Para los criollos es vital entender de espacios y saber manipular sus reacciones. Del espacio hablé con anterioridad pidiendo permiso a Martin Heidegger, pero bien vale recuperar algo de lo señalado en aquel texto, sólo para entender que no es tan importante la cantidad de delanteros que coloque Farías sino la habilidad para ocupar y explotar los espacios que libere el contrario:
Ahora bien, de las posibles reacciones se ocupan el cerebro y las emociones. Se necesita una máxima concentración para que estas conductas, que se caracterizan por ser respuestas a estímulos provocados por otros, puedan ser aprovechadas por el colectivo en vez de que se desperdicien a causa de algún arrebato innecesario de individualismo. Cada actuación vinotinto, cada réplica debe ser entendida como una verdadera posibilidad para un futuro menos incierto. Debo citar al filósofo español José Antonio Marina para darle un poco de luz a esto que planteo: “los sentimientos son punto de llegada y punto de partida. Resultan de la acción pasada y preparan la acción futura. Los sentimientos inician una nueva tendencia. Disponen para la acción o para la inacción, que es también un modo de comportarse“. Los criollos entonces deben mantener en mente, durante todo el partido, que sus acciones no serán comportamientos aislados sino parte de una continuidad: defender correctamente se traducirá en ataques similares, y atacar bien servirá para defender de la misma manera. Continuidad.
No creo que Chile sea un equipo menos dinámico – discurso oficial que ahora será repetido por los repetidores como palabra santa sin previo análisis – pero en todo caso, y revisada su más reciente actuación, a la Roja hay que atacarla a partir de la recuperación de la pelota, faceta en donde serán muy importantes las apariciones de Juan Arango y César González, no sólo porque son quienes pueden enviar un pase certero que inicie la ocupación de espacios en ofensiva, sino que ellos poseen la inteligencia para tomar decisiones tan trascendentales como cuándo salir en largo o cuándo hacerlo en corto. Teniendo en cuenta esto último y sumando que es muy probable que el rival intente empujar a los criollos hacia su propia área, la posibilidad de una pareja de volantes centrales integrada por Lucena y Seijas no es descabellada, a pesar de la mala presentación del primero ante Bolivia.
Pero es hora de volver a la idea que propone este texto: dónde, cómo y cuándo hacerle daño a Chile.
No hay respuesta que se traduzca en verdad absoluta porque cada partido es una vida distinta: incontrolable desde el análisis previo, por lo que debe vivirse e ir mutando según se recorra, pero hay señales, o mejor dicho, en la hoja de ruta aparecen muestras que pueden definir las tres preguntas vitales: dónde, cuándo y cómo.
Chile atacará porque es su esencia, es decir, son las cualidades y el espíritu de sus jugadores. Venezuela debe marcar y reaccionar, para ello, y sumado a lo que explicaba de Arango y González, se hace obligatoria la presencia de Josef Martínez acompañando a Salomón Rondón en el ataque venezolano. Es una frase sencilla si se analiza unicamente desde la actualidad goleadora del ex Caracas, pero en este caso me interesa aún más su capacidad para arrancar, detenerse, cambiar el rumbo y decidir, características que hoy lo convierten en un jugador fundamental. Hay que sumar además que el jugador del Thun habla el mismo lenguaje que sus “habilitadores” – Arango, Seijas, González -, lo que posibilita una rápida construcción de sociedades por la facilidad de comunicarse a través de un verbo en común.
La recuperación del balón ouede que suceda, en la mayoría de los escenarios, a escasos metros del área venezolana, y es ahí, con la complejidad que significa tener al enemigo cerca, cuando hay que decidir hacia dónde ir. Por ello son tan importantes estos jugadores que mencione, porque pueden sortear esos obstáculos y con su inteligencia contagiar calma a sus otros compañeros en una noche que promete ser una montaña rusa emocional.
Una isla. Primero hay que conquistar ese territorio en medio del mar para luego sí soñar con la defensa de ese territorio el próximo martes ante la invasión peruana.