El error de Pomponio

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La firma de Bladimir Morales con el Caracas ha convertido en materia de debate público y nacional algo que siempre ha caracterizado al volante de marca: su incapacidad para mantener una figura acorde con los tiempos que corren. Me refiero a esto porque la modernidad, o quienes pretenden convertirse en referentes de ella, quieren hacer creer que el talento se mide por el estado de la zona abdominal y el corte pelo. Estos profetas de los nuevos tiempos son aquellos que manejan a la perfección datos como los kilómetros recorridos por cada jugador, la altura, el número de calzado y el origen de cada tatuaje; elementos que según ellos “enriquecen la retransmición de un partido”. El mediocampista en cuestión ya ha visto pasar sus mejores días como profesional y su llegada a un equipo como el de la capital es cuestionable desde todo punto de vista, salvo aquel que tiene que ver con la preferencia del actual técnico de la institución por jugadores de su confianza.

Volviendo al juego, los gordos siempre han tenido cabida en el fútbol, pero no sólo ha triunfado aquel que parece superar los límites de peso sino que también han gozado del éxito una infinidad de jugadores que, contraculturalmente, han aprendido cuándo y cómo correr en la cancha. A través de mi cuenta de twitter un grupo de amigos y personas que respeto me recuerdan nombres ilustres, futbolistas que jugaron y sabían jugar: Ivan René Valenciano, Diego Maradona, Puskas, Cubillas, Ronaldo, Sívori, grupo al que sumo a uno que no tenía en el peso su mayor problema pero que, en su etapa final como jugador el Caracas, sabía ubicarse cerca de la raya de cal de tal manera que siempre recibía el balón con la posibilidad de conjugar su inteligencia con el tiempo y el espacio necesarios para mejorar a su equipo. Me refiero a Stalin Rivas.

El fútbol se juega corriendo; es muy importante que los futbolistas estén en la mejor condición posible para ejercer su profesión, pero ello no debe limitarse al estado físico sino a una globalidad llamada fútbol, que está compuesta por elementos físicos, técnicos, tácticos, emocionales, circunstanciales y más, por lo que concentrarnos en un sólo aspecto es cuando menos reduccionista por no decir alguna barbaridad. Bajo esta consigna, la actuación del volante ex Deportivo Lara lo deja en evidencia, ya que hasta los momentos no ha demostrado estar a la altura de un equipo que, más allá del extraño discurso de su entrenador, está en condiciones de pelear el torneo local. Morales falla en las marcas, es brusco y su lentitud para reaccionar lo lleva a cometer una innumerable cantidad de infracciones que, si no fuese por el bajo nivel del arbitraje, lo obligaría a pasar más tiempo en la grada que en el campo.

Ante el Carabobo no se contuvo y terminó dejando con diez a su equipo en el momento menos adecuado. No fue su aparente exceso de peso lo que condenó su accionar sino su incapacidad para medir las emociones del juego. En un momento en que el juego estaba detenido, mostró toda su furia al agredir a un masajista del equipo rival que actuó inadecuadamente. Ese sujeto, ajeno al juego en sí, dejó en evidencia a Pomponio y nos recordó que a este deporte se juega más con la cabeza que con los abdominales.

Foptografía cortesía de Miguel Vallenilla