Cada momento es único; cada respuesta también

Hay gente que desea saber como son los demás, pero cuando encuentran la puerta que los guíe hacia esa aventura, acceden condicionados por sus propios prejuicios. Luego, ante lo que les parece incómodo deciden abandonar el trayecto y no cumplen con la meta inicial: conocer. Eso sí, expresan juicios sin reparar en que no concluyeron el trayecto.

Nos pasa lo mismo con el juego. Un equipo tendrá señales que lo identifiquen y otras que irán cambiando, mutando, evolucionando. No hay forma ni manera de que un equipo se comporte hoy igual que hace tres días o que las reacciones de sus jugadores, ante situaciones aparentemente similares, sean idénticas.

Reitero, hay movimientos, conductas que definen a un colectivo, como por ejemplo la intensión de someter al rival a partir de una presión alta, pero esta no necesariamente producirá los mismos resultados ni siquiera en el mismo partido. Al minuto de juego puedo sorprender al lateral derecho rival porque no esperaba que lo fuesen a apretar tan cerca de su arco y como consecuencia de ello, perderá la pelota rápidamente, pero en la segunda ocasión en la que se enfrente a un escenario similar, ese jugador actuará o intentará responder de una forma distinta, por lo que el resultado de esa presión puede variar, o ser el mismo, pero en otra zona de la cancha. Lo dicho, cada conducta tendrá sus características propias y generará respuestas individuales y colectivas únicas, acorde al momento.

El ser humano aprende o debería hacerlo a través de las experiencias, que no son sino las consecuencias de actos anteriores, entonces, si tomamos en cuenta esto, no sólo el resultado de la presión puede ser otro, sino que quizá esa conducta de atacar la defensa rival deba hacerse de distintas maneras y en otras zonas del campo.

Nos empeñamos en querer trasladar la vida a los terrenos en los que nos sentimos cómodos, sin reparar en que ese aburguesamiento no es el aliado idóneo para llevar a cabo una reflexión; las cosas son como son y no como deseamos que sean. Siendo protagonistas podemos influir, pero cuando observamos manifestaciones extrañas, ajenas a nuestra ascendencia,  debemos hacer justamente eso, observar para aprehender y meditar desde un estadio de aceptación y no de reubicación según nuestra propia conveniencia.

Todo, hasta la más perfecta calma, viene acompañada de enormes manifestaciones, cambios si así lo queremos llamar. De nosotros depende aceptar esa realidad o, en caso contrario, vivir dentro de burbujas de jabón que van sumando altura para que cuando revienten, nuestra caída sea aún más dolorosa.

Disfrutemos el viaje…