En los meses de junio y julio se menciona mucho a la etapa de preparación en los equipos de fútbol sin afincarse en lo que ella debería ser. Pasa lo mismo cuando nos referimos al modelo de juego y por ello los mal llamados especialistas reducen el estudio a simples numeraciones telefónicas (4-4-2, 4-3-3, 4-2-2-2, etc) en vez de profundizar en el análisis de los comportamientos de los conjuntos, el por qué se producen y para qué se llevan a cabo.
Comencemos por la pretemporada. Son muchas las voces que se unen para desvirtuar la verdadera razón de ser de esta etapa, que en su esencia ha sido concebida para que el grupo de jugadores pueda aprender y desarrollar el patrón de juego que van a ejecutar en una temporada y que ha sido diseñado por el cuerpo técnico pensando en las virtudes y las carencias de ese conglomerado de atletas. No se trata, como algunos señalan, de “llenar el tanque físico”, ya que sin juego, al futbolista se le está preparando para correr. No se debe olvidar que al fútbol se juega corriendo, pero para poder jugar – meta del futbolista – hay que prepararse pensando en este juego y no en un evento de pista y campo.
El fútbol, como bien lo explica Laureano Ruiz, abuelo del modelo de juego del F.C. Barcelona, es correr, parar, saltar, retroceder, picar y volver a frenar, actividades que el deportista debe realizar con una pelota o con la intención de recuperarla. Esta disciplina se lleva a cabo en un campo de grama, con unas medidas preestablecidas. En ese terreno, el jugador interactúa con sus compañeros y debe sortear los obstáculos que presenta el rival además del hecho de jugar con los pies, lo que ya supone una mayor dificultad coordinativa.
Otra palabra autorizada para entender que los trabajos deben hacerse en el campo de juego y no en otras locaciones lo ofrece el profesor Víctor Frade, padre de la Periodización Táctica, metodología utilizada por José Mourinho, cuando explica que: “no, no las cargas son sólo para los burros. Los esfuerzos del fútbol son exclusivos del fútbol. Nada que quieras trabajar fuera del patrón de juego de un entrenador es real y por tanto te sirve de poco”.
Entonces, ¿para qué ir a la playa o a la montaña si en una cancha de fútbol se puede preparar al jugador en todos los aspectos que componen este juego? Más que una duda, lo que planteo es un llamado a la reflexión a quienes hablan y hablan de automatismos y no se atreven a preguntarse si, alejados del campo de juego, se pueden aprender conductas que luego se llevarán a cabo en la cancha de fútbol.
Columna publicada en el diario Líder el 04 de julio de 2.013