Cuando la marea sube, el barco también

No existen soluciones mágicas que cambien todo a nuestro favor, mucho menos intervención de poderes divinos que nos regalen lo que no pudimos obtener con trabajo y dedicación. A eso se le conoce como ficción y por ello nos gusta tanto, porque presenta resoluciones que rara vez – por no ser categóricos – existen en la vida real.

En repetidas oportunidades he manifestado mi desacuerdo con las formas empleadas por César Farías para conducir a la selección nacional. No comparto su idea de juego así como la interpretación que hace de las críticas, pero en este momento, de nada serviría pedir las modificaciones que en otros tiempos creí necesarias. Con lo bueno y lo no tan bueno, la selección Vinotinto se encuentra en un momento desconocido y a la vez extraordinario: con opciones reales de clasificar al próximo mundial, pero ello será posible si de cara a los tres partidos que le restan, el grupo tiene la suficiencia de olvidarse del entorno y jugar por ellos mismos y por la gloria.

En esta recta final del torneo premundialista no se debe pensar en giros de 180 grados o cambios radicales. No, hoy cuando las papas queman es tiempo de refugiarse en el modelo, en lo ensayado durante todo este tiempo. Entiéndase bien, este grupo debe ocuparse más en potenciar sus puntos fuertes que en resolver aspectos menos positivos. No es el momento de discutir el gusto por la propuesta sino de validarla aún más.

Es cierto que el estilo no ha convencido y la personalidad del DT ha propiciado un enfrentamiento poco positivo: amigos o enemigos de la causa. La conducción Farías es un reflejo del país que vivimos, en donde prevalecen los gritos, las sospechas y las diferencias. No estoy capacitado para señalar a esa conducta como una manifestación propia de toda nuestra historia pero si que la misma ha cobrado un excesivo protagonismo en los últimos años.

Ahora bien, el cuerpo técnico debe promover un marco interno de reflexión y desde ese lugar, buscar las virtudes que ha mostrado este equipo para seguir creyendo en las posibilidades de conseguir la meta, o en su defecto, aprehender todas las lecciones posibles para seguir soñando con un futuro mejor.

Hoy cuando algunos anuncian su flamante condición de incrédulos bien vale recordar que aún queda camino por recorrer. Es cierto que la cuesta se asoma más empinada que hace un par de semanas, pero si este grupo se hace fuerte desde el juego podrá competir hasta el final, siendo ese el único pedido que se le puede hacer a un conjunto que nos ha representado de la mejor manera posible.

Al fin y al cabo se trata de valorar el esfuerzo y evitar que las caídas se constituyan en el único condicionante del análisis. Mientras algunos buscan culpables y otros se bajan del barco para convertirse en profetas del desastre, la Vinotinto tiene la oportunidad de hacer valer aquella frase de Yamamoto Tsunetomo: “cuando la marea sube, el barco también”.

Columna publicada en http://www.cuantoacuanto.com