Somos predeciblemente irracionales. No somos tan dueños de nuestros comportamientos. Jorge Salinas
Veo fútbol con un par de amigos y uno de ellos critica a Brasil por no hacer lo que sugiere el título de esta columna. ¿Es real esa posibilidad? O mejor dicho, ¿existe la certeza de poder dominar el futuro de un partido? Me refiero a encuentros en los que la diferencia en el score es mínima, momento en el que muchos sugieren que se deje de atacar y se proceda al acto de amontonar jugadores cerca del área, como si ese comportamiento fuese garantía de un resultado positivo para nuestras aspiraciones.
La frase “cerrar el partido” tiene su origen en la falsa creencia de que si el equipo que va ganando entrega pelota y espacio al rival para refugiarse en su propia área asegurará el resultado. Esta falacia la validan con su discurso muchos que creen que el fútbol es una actividad de verdades absolutas en vez de respetarla como lo que es: un compendio de dudas superior a las respuestas que encontraremos en el camino
Defender es un arte que muy pocos dominan. Como lo explicaba en una columna anterior, hay que reconocer para qué nos resguardamos y luego identificar las formas y el lugar adecuado, según el modelo de juego, para hacerlo.
Al Chelsea inglés se le ha señalado como un equipo que en todos sus enfrentamientos ante el Barcelona priorizó esa conducta por encima de las otras etapas del fútbol, argumento que no refleja la realidad de esos encuentros entre ingleses y españoles. La versión de este equipo que cae eliminado tras el gol de Andrés Iniesta en semifinales de Champions League supo protegerse muy bien; es cierto que entregó pelota y espacio al conjunto catalán, pero el disparo del manchego fue el único que ejecutó Barcelona en todo el partido según las estadísticas oficiales de la UEFA. El equipo de Guardiola asfixió a su similar inglés pero no supo sacar provecho de esto hasta que el “8” español se inventó un shot que ha contribuído a agrandar su leyenda.
Dos años después, dirigidos por Roberto Di Matteo, los blues eliminaron al Barça en semifinales en una serie en la que Messi falló un penal y su equipo dispuso de 25 jugadas de gol. Aquella victoria se sustentó en los siguientes pilares: actuación grandiosa de Cech, nula eficacia en el bando catalán y una soberbia interpretación del contragolpe por parte de los jugadores blue (Torres, Drogba).
En ambos casos, y basados en el porcentaje de posesión de la pelota, el equipo blaugrana controló ciertos aspectos del partido, pero en el enfrentamiento más incómodo de todos – leer la explicación de Bielsa acerca de ocasiones de gol y la eficacia – el conjunto español ganó la serie, mientras que en el encuentro en el que si lograron someter a su rival, no tuvieron el acierto ofensivo y defensivo para lograr un resultado similar.
Lo que intento explicar en esta larga exposición es que en el fútbol hay mil condicionantes que ni siquiera podemos divisar, entender o resolver que influyen en el futuro de un partido. Pretender que se cierre el mismo es confundir este deporte con lo que se juega en los juegos de video. Lo que proponen estos señores con su “cierre del partido” es abrirle la puerta al miedo, y con esa sensación al mando del barco, hundirse disfrutando de la música en vez de ir en búsqueda de la salvación, de la vida, del juego.
El resultado más ambicioso es el que tiene más posibilidades de éxito. Jorge Salinas